Narración: El 19 de agosto de 1910, un asistente guardabosques llamado Ed Pulaski salió a caballo de las Montañas Bitterroots que llenas de humo amenazaban a la ciudad de Wallace, Idaho. Durante meses, él y su equipo habían estado combatiendo incendios forestales en Bitterroots, pero a pesar de todos sus esfuerzos, él temía que la ciudad se fuera a quemar.
Timothy Egan, Escritor, El gran incendio: Ed Pulaski llega y ve a su esposa y a su hija adoptiva Elsie, y les dice: "Váyanse. Tienen que irse. Tienen que irse para salvar sus vidas". Ella dice: "No, nos vamos a quedar aquí". Así que él les dice que suban y se escondan en el embalse. Si empeora, pueden meterse al agua. Al día siguiente, van al borde del camino, se besan y se despiden, pensando que será la última vez que se verán.
Narración: Esa tarde, sin previo aviso, el viento empezó a soplar y brasas ardientes cayeron del cielo encendiendo edificios. En cuestión de minutos, Wallace estaba en llamas. Residentes desesperados trataban de salvar sus pertenencias. Cargaron a mujeres y a niños en el último tren. El rugido del viento y las llamas eran arrolladores, el aire tan caliente que era difícil respirar. El mayor incendio forestal que jamás haya azotado las Montañas Rocosas del norte había comenzado.
Timothy Egan, Escritor: El Gran Incendio destruyó un área del tamaño de Connecticut en 36 horas. Nunca habíamos tenido algo parecido.
Narración: Fue un infierno que no solo transformó el paisaje del oeste, sino que cambió para siempre la actitud de la nación sobre sus tierras públicas.
Steve Pyne, Escritor, El año de los incendios: Los Grandes Incendios en las Rocosas del norte golpearon al Servicio Forestal de EE. UU. de forma tal que sacudieron a la sociedad. La convocatoria del ejército, las luchas políticas sobre estrategia… Todo se amontona en un enorme paquete. Eso los hizo grandes.
Narración: Fue una historia de arrogancia y orgullo, la creencia de que la naturaleza podía manejarse y el fuego controlarse.
Michael Kodas, Escritor: Había la actitud de que si algo estaba mal en el bosque podíamos entrar y arreglarlo. Era como si los incendios fueran esta bestia que realmente podíamos cazar y erradicar.
Narración: La valentía desinteresada de un pequeño grupo de hombres inspiraría a la nación, pero persistirían las preguntas sobre si su sacrificio había sido en vano.
Steve Pyne, Escritor: Podemos celebrarlos por ser personas de su época que desempeñaron plenamente los roles que la cultura les atribuyó, pero admitir que hubiera sido mejor hacer algo diferente.
Es una época de catástrofe, una época de cambio, una época para concebir una nueva visión. Si miras el paisaje, las cicatrices de 1910 todavía están ahí.
Narración: En la colección de edificios destartalados y plagados de pulgas llamada Taft, Montana, ver graduados de la universidad eran tan raro como un juego de póquer honesto. Así que a la gente le llamó la atención cuando en la primavera de 1907, un grupo de jóvenes guardabosques del Servicio Forestal de EE. UU. se apeó del tren. Los recién llegados habían venido a administrar algunas de las nuevas reservas nacionales en el oeste, pero nada los había preparado para un lugar como Taft; una hilera de ruidosos salones de juego, prostíbulos y cantinas. Un reportero la llamó: "La ciudad más perversa de América".
Steve Pyne, Escritor: Tienes estas comunidades temporales, particularmente a lo largo del ferrocarril. Muchas mujeres fáciles, muchos hombres fáciles, muchos vagabundos, gente con nombres falsos. Hay una multitud. ¿Cómo imponer algún tipo de orden en este proceso, que se ha caracterizado por ser caótico?
Timothy Egan, Escritor: Taft tenía una tasa de homicidios más alta que Chicago y decían que había 5 prostitutas por cada hombre. Llegaron los guardabosques y se horrorizaron. Mandaron un telegrama a la oficina central del Servicio Forestal diciendo: "Dos prostitutas indeseables estableciéndose en tierras del Servicio Forestal. ¿Qué hacemos?" Y alguien respondió: "Consiga 2 deseables".
Narración: A los recién nombrados guardabosques los había enviado al oeste el fundador del Servicio Forestal, un burócrata esquivo y ambicioso con un fervor misionero por la gestión del dominio público de Estados Unidos. En menos de una década, Gifford Pinchot había aprovechado la riqueza y las conexiones de su familia, un amor apasionado por los árboles y una destreza en la política, para volverse el guardabosques preeminente de América.
Timothy Egan, Escritor: Pinchot es uno de los personajes más fascinantes, no solo en la conservación en EE. UU., sino en la historia de EE. UU. Era un patricio. Era una persona fuera de lo común. Prefería dormir sobre piedras que en una cama. Era un asceta. Pero tenía una visión. A pesar de ser el fruto de una familia que hizo su dinero en la tala de bosques, él se convirtió en una de las principales figuras de salvar los bosques.
Char Miller, Historiador: Para Pinchot, la naturaleza era un lugar de descanso. Es a donde uno va a olvidarse de todo, a realizarse y a estar seguro y a encontrarse a sí mismo en ese proceso.
Narración: Pinchot había forjado amistades con algunos hombres influyentes en el creciente movimiento de la conservación, en particular el famoso naturalista John Muir. "Estás eligiendo el camino correcto hacia el bosque", le dijo Muir al joven. "Nunca te arrepentirás de un día pasado así". Pinchot también desarrolló una buena relación con el joven gobernador de Nueva York: Theodore Roosevelt, un vínculo fortalecido por el mutuo amor por la naturaleza y por la emoción infantil al retarla. Cuando Roosevelt llegó a la Casa Blanca en 1901, trajo a Pinchot al círculo íntimo de su administración. Los dos hombres estaban decididos a tomar el manto de la conservación y a repensar radicalmente cómo la nación maneja sus bienes.
Hasta fines del siglo XIX, el país había hecho lo posible por desarrollar sus espacios abiertos, fomentando la tala de madera indiscriminada, la minería industrial a gran escala, y la instalación de vías férreas por entre las montañas y por todo el continente.
Alfred Runte, Historiador: Durante más de un siglo, su país había regalado la tierra y Theodore Roosevelt y Gifford Pinchot estaban llamando a hacer un alto. Básicamente decían: "Vamos a cambiar la forma de ver el futuro".
Narración: A Roosevelt y a Pinchot les preocupaba que a menos de que actuaran rápidamente para proteger las últimas arboledas de pino blanco, pícea y abeto; las fuerzas del capitalismo desenfrenado las devoraría de una vez por todas.
Steve Pyne, Escritor: La madera era realmente un producto industrial crucial y se iba a acabar, como una crisis del petróleo en la actualidad. Así que la solución fue regular esas tierras baldías como dominio público, administradas por oficinas fundadas científicamente, y esto nos permitiría conservarlas, no encerrarlas, sino usarlas de una forma racional y regulada.
Narración: Su visión progresista imaginó un tipo de territorio autónomo: bosques nacionales controlados por un cuerpo de guardabosques preparados, supervisando no solo la madera, sino también los minerales, el agua y la vida silvestre para el beneficio de todos los estadounidenses.
Char Miller, Historiador: Un bosque nacional no es un santuario inmaculado sino un paisaje que se puede usar. Así que es un modelo diferente al del parque nacional. Puedes cazar, pastar y extraer minerales. Su propósito es ser manejado.
Narración: Los presidentes anteriores ya habían apartado grandes extensiones de tierras públicas, pero Roosevelt fue más lejos expandiendo radicalmente los bosques nacionales de EE. UU. Luego, en 1905, los puso bajo el control de la Oficina Forestal, ahora el Servicio Forestal de EE. UU., con Pinchot a cargo.
Timothy Egan, Escritor: En un momento dado, Roosevelt y Pinchot están en el piso de la Casa Blanca, mapas por todas partes y están mapeando los futuros bosques de EE. UU., y Roosevelt dice: "¡Ay, Dios!, ¿has estado en el Valle de Flathead? La pasé increíble ahí". Dice: "Tenemos que incluirlo".
En la época de Roosevelt y Pinchot, triplicaron la superficie de los bosques nacionales. Tienes 80 millones de hectáreas cubiertas por el Servicio Forestal, más grande que la mayoría de los países europeos.
Narración: Ahora, el grupo de jóvenes idealistas que formaban el Servicio Forestal de Pinchot, se dio a la tarea de llevar su visión conservacionista a las partes más remotas del oeste americano.
Una de las primeras personas que Pinchot contrató fue William Greeley, un laborioso trabajador, hijo de un pastor de la iglesia congregacional en el norte de Nueva York y quien había pasado un verano con Pinchot cabalgando y marcando unos de los primeros estudios de los nuevos bosques nacionales. "Era un privilegio ser guardabosques de Pinchot", recordaba Greeley. "Era emocionante construir una utopía y era un poco como un sueño". Pinchot correspondía ese sentimiento. Le pidió a Greeley, de 29 años, que supervisara 12 millones de hectáreas, que cubrían la mayor parte de Montana y Idaho, y partes de Dakota del Sur. Cada uno de los 160 guardabosques bajo Greeley serían responsables de 775 km cuadrados de bosques nacionales.
Char Miller, Historiador: Pinchot les dio una misión. Les dio una vocación, la sensación de que podían cambiar el mundo con su trabajo y luego los mandó al oeste a trabajar en estos lugares extraordinarios.
Timothy Egan, Escritor: Llamaban lo que estaban haciendo "La Gran Cruzada". En cierto modo, para ellos era una cruzada religiosa. Estaban haciendo el trabajo de Dios para conservar la tierra.
Narración: Pinchot era conocido como "El Jefe" o "El Doctor", y los guardabosques admiraban tanto su liderazgo que recibieron de buena manera el apodo "los Doctorcitos". "Nos hizo sentir como soldados de una causa patriótica", recordaba uno de sus primeros alumnos.
Charles E. Williams, Museo Nacional de los Buffalo Soldiers: Pinchot esperaba que los "Doctorcitos" salieran y pusieran en práctica la silvicultura, tal como les habían enseñado: llenos de innovación, energía y se sentían capaces de hacer el trabajo. Pero lo que hizo difícil su trabajo fue la gente que encontraron en estos pueblos: los jornaleros, los trabajadores de la industria maderera, de las minas y de los ferrocarriles.
Timothy Egan, Escritor: Fue un gran choque cultural. Los guardabosques no eran nada populares. Eran considerados forasteros. A pesar de ser tierras públicas, la gente sentía que podía hacer lo que quisiera con ellas.
Alfred Runte, Historiador: Los guardabosques están a cargo de personas que no quieren que el Servicio Forestal esté ahí. Porque el guardabosques está en el medio de la mentalidad de la frontera y los recursos, en el medio de lo que la frontera quiere en ese momento y lo que Gifford Pinchot cree que el país necesita para el futuro.
Narración: Mientras se alistaban a luchar por los bosques nacionales, a ambos lados les dio una lección de humildad un enemigo implacable: la naturaleza misma.
Timothy Egan, Escritor: El fuego es el último elemento salvaje del oeste que no se ha controlado. No hay más lobos. Exterminaron al oso grizzly. Todos desaparecieron. Así que lo que queda es el fuego. Y es importante entender cómo es percibido el fuego en esa época. El público le teme porque estas son ciudades de madera, en cada parada del ferrocarril, por todo el oeste. Realmente le temen.
Alfred Runte, Historiador: Había muchas locomotoras de vapor en el oeste y estaban pasando por estas zonas boscosas causando incendios forestales.
Timothy Egan, Escritor: Cuando pasan, saltan chispas. Y los ferrocarriles no están apagando estos incendios. Van al Servicio Forestal y dicen: "Bueno, es su tierra, nosotros solo estamos pasando. Ustedes tienen que apagarlos".
Steve Pyne, Escritor: No hay carreteras, no hay caminos. Puede tomarte un par de días encontrar dónde está el incendio. La idea de que estos guardabosques iban a poder lidiar con esto es simplemente difícil de imaginar. ¿En qué estaban pensando?
Timothy Egan, Escritor: Combatir incendios era una ciencia muy primitiva. Aprendían a medida que iban.
Michael Kodas, Escritor: La única forma de combatir incendios en 1910 era con herramientas manuales. Básicamente tenías un hacha o un azadón, o un rastrillo, sabes, lo que encontraras.
Steve Pyne, Escritor: Estabas construyendo lo que llamaríamos hoy en día un cortafuego. Estabas abriendo camino, removiendo lo que hubiera. En algunas partes, digamos un metro, metro y medio quedaba reducido al suelo mineral para que el fuego no pasara. Este es un trabajo brutal y monótono. Solo estás cavando, cortando, raspando y avanzando.
Narración: Por primitivo que fuera combatir incendios en el cambio de siglo, Gifford Pinchot creía que era una parte esencial de la misión de su nuevo departamento. Los incendios amenazaban la madera de la nación, el recurso que él y sus guardabosques existían para proteger y tenían que extinguirlos a toda costa.
Pero Pinchot tenía otra razón para declararles la guerra. Vio en los incendios la clave para la supervivencia de su organización. Desde la creación del Servicio Forestal, los barones de la madera y la minería, muchos de ellos también miembros del Congreso, habían tratado de recortar el personal y el presupuesto, decididos a dejar a la agencia morir de hambre. Pinchot necesitaba un arma para contraatacar.
Alfred Runte, Historiador: Gifford Pinchot entendió lo dramático que es el fuego. Si tienes algo dramático, puedes encontrar una razón para que el Servicio Forestal de EE. UU. deba existir. Pinchot discute, "bueno, ¿Quién va a proteger estas tierras si no lo hacemos? Los ferrocarriles no las están protegiendo. Nosotros tenemos que protegerlas".
Steve Pyne, Escritor: Pinchot era muy inteligente, perspicaz y bien preparado, pero también era político y sabía que el fuego era la forma más gráfica y fácil de transmitir el mensaje sobre la destrucción de los bosques y la necesidad de algún tipo de protección organizada.
Narración: En discursos, artículos y testimonios al Congreso Pinchot expuso su caso en términos morales: "La cuestión de los incendios forestales, como la cuestión de la esclavitud, puede dejarse a un lado por un tiempo, a un costo muy alto al final, pero tarde o temprano, hay que enfrentarla".
Timothy Egan, Escritor: Le apuesta todo a la idea de que podemos controlar el fuego. Aunque nunca habían combatido un incendio. Eso es lo que es muy interesante. El Servicio Forestal tiene apenas 5 años en 1910. Nunca había combatido un incendio grande. Y es como si se lo estuviera buscando. Arrogante casi: "Naturaleza, adelante".
Narración: Para el inicio del verano de 1910, Bill Greeley se desvelaba preocupado. Desde la sede en Missoula, estaba monitoreando millones de hectáreas bajo su control, y en todas partes las noticias eran malas. 1908 había sido un año muy seco y 1909 peor aún, pero nada podría haber preparado al Servicio Forestal para la sequía que asoló a las Rocosas del norte en 1910.
Timothy Egan, Escritor: Es un verano seco. Había sido una primavera con lluvia y nieve, pero luego, de repente en mayo no llovió. Todo mayo, sin lluvia. Todo junio, sin lluvia. Todo julio, sin lluvia. El bosque está reseco. Caminas por encima y es como papas fritas crujiendo.
Narración: En un telegrama a sus hombres, Greeley les implora que "fortalezcan el patrulleo y mantengan una guardia fuerte". "La humedad", les advirtió, "había descendido al nivel del desierto de Mojave".
Para muchos de los nuevos guardabosques, recién salidos de las universidades de élite, el terreno azotado por la sequía de Montana y Idaho parecía de otro planeta. No para Ed Pulaski. Era 2 décadas mayor que la mayoría de los demás ya que había rondado por el oeste desde los 16 años, trabajando como maestro carpintero, herrero, plomero, obrero e instalador de calefacción, extrayendo cobre en Montana y plata en Idaho.
Timothy Egan, Escritor: Había rondado por todas partes, es de mediana edad, medio venido a menos, pero ha hecho de todo. También es un hombre del pueblo. Se entiende muy bien con la gente. Ha hecho todo lo que un hombre occidental puede hacer en esa época. Aunque carecía de una educación formal, Pulaski dominaba el currículo del bosque. Conocía las montañas como la palma de su mano y sabía cómo sobrevivir en un entorno salvaje. Era un hombre de pocas palabras, pero cuando hablaba, la gente aprendió a escuchar.
Steve Pyne, Escritor: En 1908, Pulaski se unió al Servicio Forestal y se volvió el guardabosques de Wallace. Estaba en su segundo matrimonio con Emma. Adoptaron una hija llamada Elsie que tenía 7 u 8 años en ese entonces. Es un tipo estable, tiene una casa en la ciudad y es responsable de lo que sucede en el campo.
Narración: Tarde en la noche del 26 de julio de 1910, Ed Pulaski se despertó y escuchó al cielo desatar una descarga de truenos ensordecedora y casi continua. Era lo que más había temido, una violenta tormenta eléctrica, rayo tras rayo, sin lluvia. A la mañana siguiente, casi 1 000 incendios ardían en 22 bosques nacionales de las Rocosas del norte. Las llamas amenazaban a los pueblos ferroviarios que se extendían en cadena al oeste de Missoula, hasta terminar en la miserable colección de tiendas de campaña y casuchas metálicas que era Taft. En el lado de Idaho de las Montañas Bitterroots, a lo largo de la estribación sur de la vía férrea, el humilde caserío de Avery parecía vulnerable, al igual que Wallace, la ciudad más grande hacia el norte. Con solo 160 guardabosques de campo la prueba más grande del Servicio Forestal estaba por llegar y cuando los "Doctorcitos" reunieron sus fuerzas lo hicieron sin la ayuda de su fundador y líder. Habían despedido a Gifford Pinchot.
El jefe del Servicio Forestal había chocado repetidamente con el sucesor de Roosevelt, William Howard Taft; convencido de que el nuevo presidente carecía del compromiso necesario para la cruzada conservacionista. Finalmente, las peleas se volvieron tan polémicas y públicas, que Taft no tuvo más remedio que obligar a Pinchot a hacerse a un lado. Al día siguiente de su despido, Pinchot llegó a la oficina en Washington y encontró a la organización en estado de shock. Tratando de reunir a los fieles, proclamó: "Ustedes están comprometidos con un trabajo basado en el nuevo patriotismo de la conservación. No dejen que el espíritu del servicio decaiga ni media pulgada. Permanezcan en el servicio, sigan trabajando". Lo recibió una ovación estruendosa. De vuelta en las Rocosas del norte, los guardabosques necesitaban urgentemente más hombres, pero escaseaban hombres dispuestos a combatir incendios.
John N. Maclean, Escritor: En el verano de 1910, el Servicio Forestal tenía menos de 500 guardabosques en todo el país, pero sabían que iban a estar en mucho peligro ese verano, así que adjudicaron los fondos y dijeron: "Vayan y contraten a todo el que encuentren".
Timothy Egan, Escritor: Los guardabosques reunieron a un ejército de hombres, la mayoría de ellos inmigrantes. Les pagaron 25 centavos la hora y llegaron inmigrantes de todas partes. Hicieron un llamado. "Vamos a combatir esta cosa. Vamos a atacar estos cientos de incendios".
Hace 100 grados, está seco y polvoriento. Es un terreno vertical muy difícil. Mucha gente tuvo heridas, renunciaron, se amotinaron. En un punto dijeron, "Hombres, hombres, hombres". Abrieron las cárceles de Missoula en Montana. Dejaron salir a los prisioneros, asesinos convictos, algunos tipos tenían esposas puestas cuando los enviaron al frente. Así que todo hombre con pulso fue arrojado contra el fuego.
Narración: Para principios de agosto, Bill Greeley había logrado reunir 4 000 hombres en las líneas de fuego, pero con nuevos incendios apareciendo todo el tiempo, la mano de obra local se agotó rápidamente, y llamaron a Washington a pedir ayuda. Al principio, el presidente Taft se resistió a la idea de asignar recursos federales, pero la situación en las Rocosas se volvió tan grave y las críticas de la prensa por su titubeo tan implacables, que el 7 de agosto finalmente decidió actuar.
Charles E. Williams, Museo Nacional de los Buffalo Soldiers: Taft se dio cuenta de que si no hacía algo lo iban a culpar por las muertes, por no hablar de las propiedades. Así que autorizó al Secretario de Guerra a traer el ejército.
Titular de un periódico: TROPAS VAN A CAMPAMENTO EN IDAHO
Narración: Taft envió un total de 4 000 tropas a las Rocosas, incluyendo 7 compañías del batallón 25º de la infantería, conocidos como los Buffalo Soldiers. La ciudad de Wallace en Idaho nunca había visto nada como ellos.
Charles E. Williams, Museo Nacional de los Buffalo Soldiers: Los Buffalo Soldiers fueron los primeros afroamericanos en servir como soldados del ejército en tiempos de paz. Sirvieron por todo el sudoeste americano. Protegieron a los trabajadores ferroviarios y se enfrentaron a los indios. Hicieron de todo.
Timothy Egan, Escritor: Esta es la primera vez que los enviaban a combatir un incendio. Y los enviaron a una zona muy blanca, dos veces la población negra del estado de Idaho. Así que cuando este batallón totalmente negro viene y establece un campamento, la gente se burla de ellos, dice cosas racistas de ellos. Los periódicos dicen que juegan cartas y toman toda la noche. Dicen: "¿qué puede saber un hombre negro sobre cómo combatir un incendio?" Pero resulta que lo que pasó con los Buffalo Soldiers debería pasar a la historia militar estadounidense.
Narración: Para la segunda semana de agosto, otra tormenta eléctrica había más que duplicado el número de incendios a 2 500. Pero, con miles de bomberos y soldados ahora reunidos para combatirlos, los "Doctorcitos" pensaban que podían derrotarlos, si solo las lluvias de otoño llegaran a tiempo.
Timothy Egan, Escritor: Los guardabosques se sienten bastante bien. Sienten que "hemos encarado la mayoría de estos incendios. Hemos contenido la mayoría. Ningún pueblo se ha destruido. No ha habido víctimas mortales". Todavía sienten lo que Pinchot decía, "El hombre mismo puede controlar el fuego". Todavía sienten que van a ganar.
Narración: Durante semanas, Ed Pulaski había cabalgado la cordillera en el bosque de Coer d'Alene al norte de Idaho, tratando de mantener a sus hombres bajo control a medida que abrían cortafuegos en el monte.
Timothy Egan, Escritor: Pulaski está con algunos hombres arriba en la cresta. De un lado está la bulliciosa ciudad minera de Wallace. Del otro está la ciudad ferroviaria de Avery. Su trabajo es evitar que destruya las ciudades.
Narración: Pulaski tenía 150 hombres bajo su mando y era un grupo diverso, con solo un puñado de leñadores experimentados. Después de días de trabajo agotador bajo el intenso calor, su grupo está agotado.
Timothy Egan, Escritor: El humo se asienta en los valles donde están las ciudades. Está a todo tu alrededor. El aire está quieto, no puedes ver a más de 6 metros de distancia.
Narración: Al caer la noche y necesitando suministros, Pulaski se dirige a Wallace. A pesar de todo lo que había hecho, todavía le preocupaba que la ciudad se fuera a quemar.
En la mañana del 20 de agosto, después de pasar unas horas con Emma y Elsie, Pulaski les recuerda su plan de escape al embalse. Luego guía a mula a un equipo con suministros de vuelta a West Fork en Placer Creek, pasando laderas con pozos mineros y túneles abandonados, apenas visibles en el espeso humo. Por la tarde, una suave brisa empezó a mecer las copas de los pinos y abetos. Para las 5:00 p.m. venteaba a 32 km por hora, luego 48, y de repente, vientos huracanados de 112 km por hora se precipitaron desde el oeste avivando las llamas de miles de incendios como un enorme fuelle, juntando todo en una llamarada.
Había empezado el "Gran Incendio".
Timothy Egan, Escritor: El objetivo número uno cuando la cosa explota es salvar las ciudades. La más grande es Wallace. Wallace es una ciudad al fondo de un estrecho valle. Cuando esta descarga de brasas cae, una de ellas da en uno de los periódicos... los solventes usados en sacar los periódicos... Y explota en un estruendo. Luego da en la cervecería. La cervecería se prende en una bola de fuego.
El alcalde declara la ley marcial. Hay pánico absoluto. Queda solo un tren por salir. Va al oeste hacia Spokane a 175 kilómetros.
Charles E. Williams, Museo Nacional de los Buffalo Soldiers: La idea es que ancianos, mujeres y niños vayan en el tren y que los hombres se queden a combatir el fuego. Pero muchos de estos hombres distinguidos trataron de forzar su entrada al tren. En la mayoría de los casos se encontraron con un soldado con una bayoneta que dijo: "No señor, va a tener que quedarse y ayudar a combatir el fuego".
Narración: "No hay palabras para describir el horror de esa noche", recordaba un testigo. "Los silbatos del tren estaban gritando, el fuerte estruendo de los árboles cayendo, los edificios meciéndose y humeando por el calor".
Cuando cenizas incandescentes comenzaron a caer cerca a su casa, Emma Pulaski había tomado a su hija Elsie y huido al borde del embalse, justo como le había indicado Ed. Las llamas saltaban de una montaña a otra, rodeando a Wallace en un anillo de fuego. En algún lugar de ese aterrador torbellino estaba su esposo. "Pídele a Dios que salve a papá y a sus hombres", le dijo a su hija.
El Gran Incendio se movió al este a través de las Montañas Rocosas, acelerando, consumiendo todo a su paso.
Timothy Egan, Escritor: Cuando esta cosa estalló y avanzó hacia Bitterroots, rebota sobre los picos; se convirtió en todo un sistema meteorológico. Es una bestia buscando oxígeno, es una bestia buscando gasolina.
Steve Pyne, Escritor: El fuego se arrastra con sus propios vientos, absorbiéndolo, como una especie de huracán. Los árboles caen, son montones de palitos.
Narración: Moviéndose tan rápido como un caballo galopando, el fuego era un caldero de gases y calor explosivo, un motor de convección aspirando aire en su vórtice y disparándolo hacia el cielo, un muro implacable de caos incendiario.
John N. Maclean, Escritor: Con solo un puñado de líderes con experiencia y de leñadores experimentados, esta es una catástrofe.
Narración: En los bosques arriba de Wallace, Pulaski y sus hombres se encontraron, cara a cara, con una tormenta de fuego.
Steve Pyne, Escritor: Ed Pulaski sale de Wallace con su paquete de suministros, encuentra personas dispersas por toda la ladera y en la cima donde las había dejado, y se da cuenta de que están en grave peligro.
Narración: Enfrentando un muro de llamas que corre hacia ellos en la creciente oscuridad, toda intención de oponerse se evaporó y los hombres entraron en pánico. Los tizones silbaban por el bosque. El viento los hacía tambalear. Enormes árboles se vinieron abajo por todos lados. Luego, recordaba un bombero, "del humo sale Pulaski agitando los brazos, gritando: ¡Vamos! ¡Vamos! Síganme".
Timothy Egan, Escritor: Esta cosa se les acerca rápidamente. Algunas personas se quedan atrás, quedan heridas, hay personas quemadas, hay personas pisoteadas. Enormes brasas están cayendo. Es como la artillería descendiendo.
Narración: Pulaski condujo a sus 44 hombres a través del infierno, hasta llegar a uno de los viejos pozos mineros junto al arroyo. "Adentro", ordenó, su mano en el arma, "todos adentro del túnel".
Timothy Egan, Escritor: Están en este túnel y ven un muro de llamas moviéndose hacia ellos mientras se encogen de miedo. El incendio está consumiendo oxígeno, pero salir de la cueva es una muerte segura. Piensan que este es el final.
Narración: Desesperado, Pulaski empapó unas mantas con agua del piso de la cueva y las colgó a la entrada, pero las llamas chamuscaron sus manos y el aire sobrecalentado le quemó los pulmones. Detrás de él, los hombres se apiñaban en el calor y la oscuridad, luchando por encontrar suficiente aire.
Steve Pyne, Escritor: Un hombre dice: "Al diablo con esto, me voy", y empieza a irse y Pulaski saca su pistola y amenaza con dispararle al que se vaya.
Timothy Egan, Escritor: Pulaski ha hecho todo lo que puede por salvar a este grupo. Quemado en toda la cara… sus manos, la piel pelándose de las manos y se desmaya a la entrada de la cueva.
John N. Maclean, Escritor: Una vez el incendio pasa la mina, algunos de los hombres se levantan y ven la figura de Pulaski acostada a la entrada y dicen: "Dios Mío, el jefe está muerto".
Timothy Egan, Escritor: Resulta que Pulaski no está muerto, está vivo.
Steve Pyne, Autor Escritor: Quedó ciego temporalmente. Sus pulmones estaban destrozados, pero se pudo poner de pie. Inspeccionaron la cueva. Cinco habían muerto y habían perdido un hombre camino a la cueva.
Narración: Apenas pudiendo ver, Ed Pulaski logró reunir a sus hombres y se tambalearon por el todavía humeante paisaje para bajar la montaña hacia Wallace.
Cuando la ardiente tempestad pasó por la cueva de Pulaski y se echó encima de las vías ferroviarias del este, Bill Greeley estaba desesperado por obtener información sobre los hombres bajo su mando. A medida que los telegramas llegaban, la magnitud de la catástrofe comenzó a quedar clara. 18 hombres incinerados al refugiarse en una cabaña. Un grupo de 28 estaban luchando las llamas cerca al río St. Joe cuando los tizones saltaron y los encerraron. Nunca los volvieron a ver.
Los jugadores y prostitutas de Taft se rehusaron a combatir el fuego, prefiriendo abrir los mejores barriles de whisky para una última ronda de desenfreno. Cuando las llamas finalmente llegaron, los guardabosques evacuaron a los borrachos parranderos y el fuego consumió a Taft en minutos.
Para la tarde del 20 de agosto, casi 24 horas desde el comienzo del Gran Incendio, los Buffalo Soldiers habían evacuado con éxito la ciudad de Avery. Las tropas y los pocos hombres que quedaban en la ciudad se encontraron frente a un muro de llamas avanzando incesante. Abordando un último tren al este, corrieron debajo de mesas ya en llamas, a través de un horno tan caliente que derretía la pintura de los vagones. Luego el fuego se adelantó y bloqueó el camino. Sin otro lugar a donde ir, tuvieron que volver a Avery.
Charles E. Williams, Museo Nacional de los Buffalo Soldiers: Se dieron cuenta de que: "si no apagamos el fuego, va a quemar no solo la ciudad, sino a nosotros también".
Narración: A las 11 de la noche, el incendio a solo 1 km de distancia, los Buffalo Soldiers prendieron un fuego de contención y aguantaron la respiración.
Steve Pyne, Escritor: Si lo calculas bien y enciendes fuego frente al incendio principal, las llamas de ese pequeño incendio serán absorbidas.
John N. Maclean, Escritor: Si no queda más combustible para quemar, el fuego no tiene a donde ir. El movimiento hacia adelante se detiene.
Narración: "Lanzándose uno encima del otro como dos animales vivos, las llamas se encontraron con un rugido que debe haberse oído a kilómetros de distancia", recordaba un guardabosques. Las lenguas de fuego parecían saltar hasta el cielo y después de un instante hirviendo, hundirse a la nada". Milagrosamente, Avery todavía estaba en pie.
Charles E. Williams, Museo Nacional de los Buffalo Soldiers: Una vez la ciudad quedó a salvo, los periódicos estaban ocupados entrevistando a todos y alguien en Avery hizo este comentario: "Toda mi actitud acerca de la raza negra ha cambiado como resultado de lo que he visto y de lo que he sido testigo de estos hombres".
Narración: Emma y Elsie Pulaski pasaron esa aterradora noche en el montón de rocas viendo a Wallace arder. A medida que las llamas retrocedían y que el débil sol de la mañana se asomaba por entre el humo y la bruma, caminaron con esfuerzo de vuelta a la ciudad. Todo el lado oriental de Wallace era una ruina humeante, pero su casa, para su asombro, estaba en pie. Entonces Emma oyó de un hombre que salió de las montañas con la noticia de que Ed Pulaski y sus hombres habían perecido. A las pocas horas, otro relato de que Ed estaba vivo, pero horriblemente desfigurado y casi muerto. Finalmente, como a las 10:00 a.m. Emma vio en la carretera a un hombre llevando a alguien con vendajes en la cabeza y las manos. Caminando tambaleante hacia ella, ella reconoció el rostro quemado y maltratado de su marido. Ed Pulaski había vuelto a casa.
Timothy Egan, Escritor: Lo que finalmente apacigua lo que queda del Gran Incendio fue una tormenta de nieve temprano en la temporada. La nieve sucede en cualquier época en las Montañas Rocosas, pero no la esperas a finales de agosto, principios de septiembre.
Steve Pyne, Escritor: Los equipos, los vecinos, todos salieron y se sentaron bajo la lluvia y la nieve y dejaron que los lavara y que lavara la suciedad y el miedo de esos días.
Narración: Cuando la atmósfera se despejó en las Rocosas del norte, la verdadera naturaleza de la devastación se hizo evidente. Más de un millón de hectáreas de bosques quemados y Greeley estimó que se perdieron mil millones de dólares en madera. Los vientos fueron tan fuertes que secciones completas de bosque se aplanaron, árboles enormes tumbados como fajina. El hollín oscureció atardeceres tan lejanos como Boston y la capa de ceniza ennegreció el hielo en Groenlandia. El costo humano fue igualmente espantoso.
Steve Pyne, Escritor: Una de las cosas alarmantes que sucedieron en 1910, fue el número de bomberos muertos. Hubo 78 en el Gran Incendio y esto nunca había sucedido. No sabían que hacer. No hay compensación para los trabajadores. No tienen cómo pagar sus gastos. No tienen dinero para los entierros. Simplemente, no saben qué hacer.
Timothy Egan, Escritor: Los sobrevivientes van a los hospitales y los mendan, pero lo que sucede después es horrible. Uno se suicida. Otros mueren meses o años después y ni siquiera los incluyen en el número oficial de víctimas porque sus pulmones estaban muy comprometidos por el humo que inhalaron. Mueren a los 28, 29 años por el humo del Gran Incendio que los mata 6 meses después.
Narración: Antes de que el humo se hubiera disipado el debate sobre las lecciones del Gran Incendio comenzaba.
Timothy Egan, Escritor: Gifford Pinchot tiene dos reacciones. La primera es horror porque recuerden su arrogancia diciendo que el hombre podía controlar el fuego. La naturaleza probó que estaba equivocado. Así que esto lo horroriza. Lo horroriza la pérdida de vidas. Pero también tiene una segunda reacción. Y esto es indicativo de las grandes figuras políticas. Pinchot usa los incendios como parte de una narrativa acerca de los héroes americanos, estos guardabosques dieron sus vidas, arriesgaron todo por las tierras públicas, bosques nacionales. Y todos los periódicos escriben estas historias.
Titular de un periódico: RELATOS DE HEROÍSMO VIENEN DE LOS BOSQUES EN LLAMAS
Titular de un periódico: ORGULLO POR EL TRABAJO EN LOS BOSQUES
Timothy Egan, Escritor: Es una de las primeras veces en nuestra historia en que los bomberos se unen al panteón de héroes nacionales.
Steve Pyne, Escritor: Los críticos del Servicio Forestal dicen: "Ustedes tenían todo lo que querían. No funcionó. Sabíamos que no iba a funcionar. Así que perdieron". Pero Pinchot les discute: "No, simplemente no teníamos lo suficiente para darle una prueba completa. Y tenemos que honrar a quienes murieron concluyendo su visión".
Timothy Egan, Escritor: Lo que debería haber sido su punto más bajo, resulta ser el mito de su creación. Surge tanto apoyo público para el Servicio Forestal y para los bosques nacionales que tiene el efecto de impulsar política pública. Lo que había sido un congreso reacio, ahora le da al Servicio Forestal los recursos que necesita, duplicando el presupuesto, y eventualmente, creando bosques nacionales en el este: Pensilvania, Misisipi y Virginia.
Narración: A medida que la agencia creció bajo el mando de hombres como William Greeley, apagar incendios se volvió casi una obsesión de la institución.
Timothy Egan, Escritor: Nada afecta la cultura del Servicio Forestal más que este incendio. Se convierte en una especie de servicio de bomberos municipal para los bosques nacionales.
El Oso Smokey: "Solo tú puedes prevenir los incendios forestales".
Narración: En las décadas posteriores al Gran Incendio, la actitud intransigente de la agencia favorecería al Servicio Forestal, pero su impacto en los bosques nacionales estaría plagado de consecuencias accidentales.
Char Miller, Historiador: Pienso que el dilema fundamental de la política de extinción de incendios abogada por Pinchot fue al final la política equivocada para la tierra. Puede que haya sido apropiada para la agencia, pero fue la política equivocada para el medio ambiente.
Michael Kodas, Escritor: Combatir incendios en los bosques salvajes no solo era inútil, tampoco era saludable para el bosque. Si tienes un paisaje que normalmente se quema cada 20 años y apagas todo incendio en el bosque por 100 años, ahora tienes 5 veces más combustible en el bosque de lo que normalmente habría. El remedio que nos dieron fue peor que la enfermedad.
Timothy Egan, Escritor: Al apagar todos los incendios durante 100 años, crearon, indirectamente, lo que ahora son unos de los incendios forestales más grandes. Pero imagínense que este incendio no hubiera sucedido. Puede ser que hubieran eliminado el Servicio Forestal. Y con él se habría ido la idea que la mayoría de los estadounidenses aceptan hoy en día, de que tenemos más de 200 millones de hectáreas que son nuestras, nos pertenecen a todos. Al salvar la joven idea de la conservación, que apenas tenía unos años, este incendio sí salvó una gran parte de EE. UU.
Narración: Al final, Ed Pulaski nunca pudo escapar el Gran Incendio. Siguió viviendo con Emma en Wallace y continuó siendo lo que siempre había sido, un hombre callado que amaba las montañas del oeste. Discapacitado a causa de las llamas que habían quemado sus ojos y pulmones, siguió trabajando para el Servicio Forestal hasta 1929, pidiéndole obstinadamente al gobierno compensación por sus heridas y dinero para mantener las sencillas tumbas de los que habían caído.
Tampoco dejó de usar sus manos y creó una herramienta con un azadón a un lado y un hacha al otro. Estaba tan bien diseñada que los bomberos de todo el mundo nunca volverían a la batalla sin la que vino a conocerse como una "pulaski" a su lado.