Narrador: En septiembre de 1980, el Departamento de Energía estaba construyendo una casa revolucionaria. Una reciente crisis energética y alertas tempranas sobre el calentamiento global ayudaron a materializar el proyecto. Ubicada en Carlisle, Massachusetts, la extraordinaria nueva estructura iba a tener calefacción, agua caliente y electrodomésticos que funcionan con energía solar y en teoría, vendería el exceso de energía producida a la red. Para sacarlo adelante, el DOE hizo una llamada inusual a una mujer jubilada de 80 años en Florida. Su nombre era Mária Telkes, y unos 40 años antes, la física húngara había puesto la energía solar en el mapa, se hizo tan famosa que recibió el apodo: “la Reina del Sol”.
Titular de un periódico: Mujer científica aprovecha el sol.
Michelle Addington, ingeniera: Se adelantó a su época y estaba haciendo las preguntas correctas. Tenemos una fuente de energía térmica con asombroso poder. ¿Por qué no la hemos aprovechado?
Titular de un periódico: Mujer pone al sol a trabajar.
Andrew Nemethy, periodista: Ella vio algo que no creo que nadie concibiera en ese momento. Se imaginó que el mundo podría obtener energía gratis del sol. Quiero decir, si la visión de una persona está aquí, su visión llegaba mucho más lejos.
Titular de un periódico: ¡Presiona el botón de la energía solar!
A. L. Hu, arquitecto: Telkes creía que había un imperativo moral en comprender la energía solar, no solo como una alternativa, sino como una manera de vivir.
Mária Telkes, material de archivo: Me gustaría mostrarles unas cosas muy simples, como una casa. La energía del sol se absorbe y se transforma en calor.
Daniel Barber, historiador: Lo que Telkes nos mostró fue que la ambición por pensar diferente en las fuentes de energía no solo cambia la forma en que construimos, la forma en que producimos calor, el tipo de tecnologías de esos sistemas, pero también cambia nuestras expectativas, ¿verdad? Cambia la forma en que pensamos acerca de vivir en una casa.
Narrador: Telkes, que ya estaba jubilada, vino a ayudar a que la casa en Carlisle fuera un éxito. Cuando se trataba de la energía solar, su pasión rayaba en la obsesión. Su visión era tan legendaria como su ingeniería, pero su ambición tendría consecuencias.
Andrew Nemethy, periodista: Mária era una evangelista solar. Ahora, como muchos evangelistas, ella imponía su visión enfáticamente. El que no estuviera de acuerdo con su visión, la fastidiaba.
Titular de un periódico: Cómo el sol podría cambiar su vida.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Esto no era algo que hubiera sido fácil para una mujer, pero estaba decidida a cambiar el mundo a pesar de enfrentar todo tipo de oposición.
Sara Shreve-Price, historiadora: Telkes sabía que no podía esperar a que la sociedad estuviera lista. Necesitas venderles esta idea. Necesitas convencerlos de que este es el momento para esta idea. Si queremos un futuro sostenible, no solo necesitamos la tecnología. Necesitamos querer la tecnología.
Editada por: Josh Melrod y Jia Li
Música por: Eduardo Aram
Narrada por: Andia Winslow
Escrita y producida por: Gene Tempest
Producida y dirigida por: Amanda Pollak
Bocina de barco
PUERTO DE NUEVA YORK, 1932
Narrador: (leyendo la ficha de inmigración) Mária Telkes, 32 años, física, acaba de llegar de Hungría, su país natal. Sus papeles de inmigración daban su altura, su estado civil, pero no decían nada sobre su rasgo más distintivo. Telkes era una científica en una misión y había viajado a Estados Unidos por una razón, por una sola razón.
A principios de la década de 1930, Estados Unidos estaba en medio de una revolución solar que llevaba más de 50 años. En 1884, los primeros paneles solares experimentales se instalaron en una azotea en la ciudad de Nueva York. Cuatro años después, el químico estadounidense Edward Weston desarrolló la primera celda solar del mundo. Estando en una granja de avestruces en Pasadena, un inventor instaló un enorme motor solar de unos 10 metros de ancho, que bombeaba suficiente agua del pozo local para hacer del suelo seco de California, un paraíso verde. En cualquier número de Scientific American, los suscriptores podían leer acerca de una imprenta solar que podía producir 500 copias por hora o de una gran cantidad de aparatos que hacían de todo, desde bombear aguas residuales hasta destilar alcohol. A principios de siglo, había tantos calentadores solares en las casas de la Florida que un residente comentó: “No recuerdo una sola casa en la cuadra que no tuviera uno”.
Ivan Penn, periodista: Era esta época en que se hablaba de lo solar. Es alrededor de 1905. Albert Einstein está observando lo que llamaron el efecto fotoeléctrico: la liberación de electrones cuando la luz golpea metal, esencial para usar energía solar y producir electricidad. Para 1931, Edison está conversando con Henry Ford y le dice: “Yo pondría mi dinero en el sol y en la energía solar, en cómo le vamos a proporcionar energía al mundo”.
Artículo escrito por James Nevin Miller: La calefacción y la energía del futuro podrían venir de aprovechar los rayos del sol.
Sara Shreve-Price, historiadora: Telkes está apasionadamente interesada en tratar de perseguir la energía del sol.
Artículo en Science Service: “La energía del sol” es necesaria para la era del futuro.
Sara Shreve-Price, historiadora: En Estados Unidos, en los años treinta, hay proyectos realmente interesantes. Pero no ha habido grandes éxitos y creo que ella lo ve como una oportunidad.
Portada de American Weekly: ¿Puede el hombre cambiar el universo para adaptarlo a sus necesidades?
Sara Shreve-Price, historiadora: Pero no ha habido grandes éxitos y creo que ella lo ve como una oportunidad.
Narrador: Telkes había estado obsesionada desde que era una niña. La brillante hija de ricos banqueros húngaros, nacida el 12 de diciembre de 1900 en Budapest, ella explicaba: “Tenía solo 11 años cuando comencé a sentir una intensa curiosidad por la química. Compré tubos de ensayo y objetos de cristal, y una casita en el jardín, se convirtió en mi laboratorio”. Desde el principio, tenía planes audaces para poner su ciencia a trabajar.
Adam Rome, historiador: Telkes, creciendo en Hungría, el carbón era la forma predominante de energía. El carbón es increíblemente contaminante. Podía haber días, cuando en medio del día, parecía de noche o como un eclipse donde no podías ver el sol. Así que hubo personas a principios del siglo XX que imaginaron un futuro sin carbón. Y Telkes, durante su juventud, comienza a concebir fuentes alternativas de energía.
Narrador: Cuando tenía 24 años, Telkes obtuvo un doctorado en fisicoquímica de la Universidad de Budapest. “Me interesan las cosas que se supone son imposibles”, explicaba Telkes. “Me gusta hacer cosas que dicen que no se pueden hacer”.
Narrador: En mayo de 1932, Telkes llegó a Cleveland donde de día había conseguido trabajo como investigadora en un laboratorio biomédico. Pero de noche, estaba desarrollando y perfeccionando un aparato llamado termopila para convertir luz solar en electricidad. Su trabajo llamó la atención de la prensa y en 1934 fue aclamada como una de las mujeres más interesantes del año junto a una campeona de tenis, una Rockefeller y la actriz infantil prodigio, Shirley Temple. Como comentó un reportero que la conoció en ese entonces: “La Srta. Telkes es científica, todo lo demás la aburre”.
Andrew Nemethy, periodista: Era aventurera. Y vino a Estados Unidos y se enamoró del país. Amaba el país y la libertad que tenía para usar sus inmensas habilidades y su visión para cualquier cosa que se le ocurriera.
Narrador: Ahora, en abril de 1938 estando en Boston, se enteró de un fascinante nuevo proyecto en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. El Fondo de Energía Solar se lanzó para reunir a los mejores talentos en cuestiones solares. Como dijeron los líderes universitarios a la prensa: “La reserva de energía en los combustibles comunes, aunque grande, no es inagotable”. Así que era hora para las ideas innovadoras. Telkes les escribió de inmediato: “Leí con gran interés el anuncio del proyecto solar. ¿Puedo tener la oportunidad de una entrevista personal?”. El momento no podía ser más oportuno. Su nueva termopila podía, según sus cálculos, convertir luz del sol en energía diez veces más eficientemente que cualquier otra tecnología existente. Cuando inicialmente no le ofrecieron un puesto, viajó a Boston con su prototipo, decidida a impresionar al comité de solo hombres. La táctica funcionó y en julio de 1939 consiguió el trabajo. Pero justo cuando todo estaba encajando, todo cambió.
Bombas silbando
Explosiones
Narrador: Cuando estalló la guerra en Europa, Asia y Estados Unidos, se desató una crisis energética como nunca había visto el mundo. Para junio de 1943, las reservas de petróleo en la costa este cayeron a un mínimo histórico. La gente necesitaba una tarjeta de racionamiento solo para llenar el tanque.
Hombre en una gasolinera, material de archivo: Bien, es una tarjeta A, tres galones.
Narrador: Y estaba prohibido conducir a más de 56 kilómetros por hora, conocida en adelante como “la Velocidad de la Victoria”. Para empeorar las cosas, submarinos nazis estaban hundiendo tantos barcos petroleros en el Golfo de México que las playas estaban teñidas de negro.
Adam Rome, historiador: La Segunda Guerra Mundial resalta la sensación de que se acerca un ajuste de cuentas. Realmente fue en parte una guerra por los recursos.
(Música de introducción).
Título de la película: ¡Ayude a ganar la guerra!
Narrador de la película: Use los trenes. Use las líneas del bus. Vehículos compartidos para ir al trabajo.
Adam Rome, historiador: Así que es este increíble período de promoción gubernamental de la conservación. La gente era muy consciente de cuanto combustible usaba. Y durante un tiempo, esta idea realmente les importó a muchos estadounidenses.
Propaganda: Tú decides si conservas para la victoria.
MIT, 1942
Narrador: El sueño solar de Telkes era más urgente que nunca, pero el proyecto solar de MIT se congeló durante la guerra. Todo el equipo fue reasignado al esfuerzo de la guerra y Telkes se dedicó de lleno al trabajo, junto a su colaborador, el jefe del Proyecto de Energía Solar, un ingeniero químico llamado Hoyt Hottel. Dos años menor que Telkes, Hottel había trazado su propia brillante trayectoria matriculándose en la Universidad de Indiana a los 15 años y dedicándose a su propia investigación con la misma determinación que ella. Chocaron desde el principio.
Daniel Barber, historiador: Hoyt Hottel era un joven y ambicioso científico que hizo una buena cantidad de investigación científica básica. Pero ciertamente no era alguien interesado en agitar las aguas.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Para Hoyt Hottel, la ciencia es cuestión de conocimiento. A él le interesan las ideas académicas grandes e importantes. Pero no está muy interesado en cómo estas cosas podrían aplicarse al mundo. Mientras que para Mária Telkes, la ciencia se trata de mejorar las vidas, mejorar el mundo. Le interesa la ciencia desde la perspectiva humanitaria.
Narrador: Ahora Hottel y Telkes estaban tratando de resolver un problema urgente. El combate en el Pacífico dejaba a cientos de hombres derribados cada semana y tripulaciones enteras quedaban a la deriva durante días. La tarea era un pequeño y portátil aparato que transformara el agua salada en algo que los jóvenes pudieran beber. Telkes inmediatamente vio la oportunidad de usar la energía del sol.
Mária Telkes, material de archivo: Aquí está el océano con agua salada ilimitada, que no es apta para beber. Los destiladores solares se desarrollaron para producir agua dulce a partir de agua de mar con un simple aparato que parece una burbuja.
Descripción de las fotografías: 1. Empiece con agua salada. 3. Viértala. 6. Infle el sobre.
Narrador: El destilador solar era ingenioso en su simplicidad.
Descripción de las fotografías continúa: 7. Póngalo a bordo. 8. Escurra el exceso después de media hora. A la deriva, destilando. 9. Beba.
Narrador: El sol evapora el agua de mar, la convierte en vapor en la burbuja antes de recondensarla, dejando atrás toda la sal.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: A ella se le ocurre un modelo innovador y completamente práctico, y ahora le toca a Hottel, como jefe del proyecto, fabricar el aparato que Mária Telkes inventó.
Narrador: Para el verano de 1945, cuando el combate estaba terminando en el Pacífico, el gobierno ya había hecho un pedido de 100 000 destiladores solares, pero ni uno había pasado por la línea de ensamble. Mientras tanto, en MIT, Hoyt Hottel, siempre el perfeccionista, seguía cambiando de fabricante y discutiendo con Telkes sobre los detalles del diseño sin querer comprometerse hasta estar seguro de que se habían cumplido sus exigentes estándares.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Telkes está contando las vidas que se han podido salvar cada mes que esto está retrasado. Y esta no es la forma en que Hoyt Hottel ve el mundo.
Michelle Addington, ingeniera: Es probablemente una de las razones por las que estaban en desacuerdo entre ellos, sabes, una persona muy particular, muy, muy metódica. Y la otra persona diciendo: “No, nosotros tenemos es que apurarle”. Eso es lo más alejados que pueden estar dos científicos que están interesados en trabajar en lo mismo.
Narrador: A pesar de ser aclamado en la prensa como un gran avance científico, el destilador solar nunca se utilizó en combate. Cuando el diseño llegó a la oficina de patentes, la guerra había terminado. Pero si Telkes se sintió frustrada por la demora, no quedó constancia. Ella tenía el ojo puesto en un desafío aún mayor.
Voces en el fondo
Narrador: En todas partes en 1945, la gente se estaba levantando y familiarizando con un nuevo mundo. El arte era iconoclasta. Los filósofos eran radicales. Y los arquitectos prometían nada menos que una espectacular utopía ya que una ola de modernismo se extendía por la nación: desde el estilo “usoniano” de Frank Lloyd Wright hasta la Casa del Mañana de Fred Keck y la Vivienda Dymaxion de Buckminster Fuller.
Sara Shreve-Price, historiadora: El modernismo se basa en la creencia de que la tecnología es una respuesta, que vamos a liberarnos del pasado del siglo XIX y vamos a entrar a un nuevo mundo estructurado por estas capacidades tecnológicas que nunca podríamos haber imaginado.
Título de un artículo: Agua en el techo
Narrador: Había un interés particular en casas que pudieran ser más energéticamente eficientes, ya que, aunque la lucha había terminado, la escasez de tiempos de guerra no lo había hecho.
Michelle Addington, ingeniera: Había una sensación de inseguridad energética. Y de repente, aquí viene Mária Telkes diciendo que la energía solar podría ser la respuesta.
Narrador: La última idea de Telkes fue redoblar los esfuerzos para convertir el proyecto solar de MIT en un laboratorio para desarrollar un tipo radical de casa experimental, una que sería calentada completamente por el sol. El término “casa solar” data de 1940 cuando un artículo en el Chicago Tribune anunció “un nuevo tipo de casa para las afueras de la ciudad”.
Chicago Tribune, 22 de septiembre de 1940: El sol suministra energía a nueva casa de la Costa Norte.
Título de un artículo: Casa de recreo solar. Diseñador Henry Wright crea simplicidad en una casa llena de rincones y recovecos.
Narrador: Algunas llamadas “casas solares” ya existían, unas en el Medio Oeste de EE. UU. y una en Colorado. Fue posible gracias a un nuevo tipo de tecnología: una revolución en forma de ventana de vidrio.
Narrador de un video de propaganda, material de archivo: La moderna ventana aislante ofrece comodidad durante todo el año. Mantiene las habitaciones más frescas en el verano y más cálidas en el invierno, ahorrando dinero en las cuentas de combustible.
Título de un artículo: Mira el lado positivo del estilo de vida en la posguerra.
Narrador: El público se enamoró con la reducción de costos y la eficiencia del nuevo vidrio aislante y para finales de la década de 1940, las llamadas casas solares estaban en todas partes.
Título de un artículo: ¿Qué es una casa solar?
Título de un artículo: La casa que el sol construyó.
Título de un artículo: Ha llegado. Calefacción solar para casas de la posguerra.
Sara Shreve-Price, historiadora: Si hubieras abierto una revista en un mes cualquiera, habrías visto un artículo sobre viviendas solares con la misma frecuencia con la que lo ves hoy.
Narrador: A pesar de lo popular que fue la primera generación de casas solares, todas tenían un gran problema: funcionaban muy bien en los días soleados, pero ninguna podía mantener el calor durante la noche. “El problema fundamental de la energía solar”, explicó Telkes, “es el almacenamiento”.
Ivan Penn, periodista: El almacenamiento de la energía térmica era el santo grial de la energía solar.
Michelle Addington, ingeniera: Telkes fue una visionaria al concentrarse en el problema del almacenamiento. Aprovechar esa enorme cantidad de energía, que luego desaparece en el transcurso del día, no es algo fácil de hacer.
Narrador: Como líder del proyecto solar, Hoyt Hottel había propuesto una solución: agua, fácil de conseguir, conocida por todos y, posiblemente, suficientemente buena reteniendo el calor. Hottel dibujó los planos de una estructura experimental para poner a prueba una serie de variables. Diseñada para mantener una temperatura agradable de 72 °F durante el invierno, el edificio eventualmente se llamaría: Solar One.
A. L. Hu, arquitecto: La casa Solar One contaba con una serie de colectores en el techo, cubiertos de vidrio, y luego había tubos de cobre que absorbían el calor del sol. Y eso se llevaba a un tanque de agua que estaba debajo de la casa. Este era un enorme tanque de agua, porque el agua sí retiene calor, pero el sistema no funcionó eficientemente.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Tocaría tener una cantidad de agua caliente antieconómica para que esto funcione. Mária Telkes aborda esto desde una perspectiva diferente. Ella está fascinada con los materiales de cambio de fase.
Narrador: “Los materiales de cambio de fase: compuestos químicos capaces de almacenar y liberar energía a medida que pasan de sólido a líquido y a vapor”. En el laboratorio, Telkes había estado experimentando con un químico de cambio de fase llamado sal de Glauber, en honor al científico húngaro que lo descubrió por allá en el siglo XVII.
Diploma: … Químico John Rudolph Glauber…
Michelle Addington, ingeniera: La sal de Glauber es bastante sorprendente. A medida que absorbe la radiación solar del sol se funde. Si uno quisiera usar el calor, entonces deja que se solidifique.
Narrador: Las pruebas recientes de Telkes insinuaban que la sal era mucho más eficiente que el agua y podría potencialmente conservar el calor durante más de una semana a la vez. Ella concluyó que podía funcionar como un radiador y batería solar, todo en uno. Pero algo en su idea preocupó a Hoyt Hottel. La sal era una cantidad desconocida y un nuevo experimento les quitaría personal y estudiantes a los otros proyectos que él consideraba más valiosos. Detrás de todo, estaba el hecho de que su visión no lo convencía. “Un sano pesimismo”, dijo una vez, “es mejor que el optimismo color de rosa para abordar el problema de la calefacción solar”.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: A Hottel le preocupaba que la sal de Glauber no fuera útil o que no funcionara, pero Mária Telkes no es alguien que acepte un no por respuesta. Ella es una mujer que cree en sus propias habilidades y ella va a hacer todo lo que pueda para que eso suceda.
Narrador: Para el otoño de 1946, Telkes había convencido a Hottel y obtenido su aprobación para una nueva estructura, arriesgando su reputación al usar la tecnología que había estado desarrollando. Más laboratorio que casa, Solar Two abandonó la fachada hogareña por una pared de colectores verticales. Adentro había una serie de siete compartimentos, cada uno detrás de una puerta de refrigerador, cada uno ejecutando una prueba diferente, poniendo a prueba todo, desde los materiales de construcción hasta la retención de calor. Pero hubo problemas desde el principio.
Daniel Barber, historiador: Desde la perspectiva racional y científica de la experimentación, el proyecto realmente no funcionó. Tenía fugas. La sal, las soluciones químicas se filtraron. Los sistemas de calefacción tenían fugas. Las puertas de refrigerador tenían fugas. Quiero decir, todo tenía más fugas de lo deseado para mantener buenas condiciones experimentales.
Narrador: Para Hottel, las fugas y la pérdida de calor eran, en sus palabras, “excesivas” y no lo convencía la sal de Glauber, que concluyó tenía más problemas de lo que valía.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Es un gran fracaso, formulado como su fracaso, no el fracaso del equipo y un fracaso particularmente vergonzoso que, de nuevo, parece una respuesta desproporcionada a lo que es un fracaso científico bastante estándar, que es: “Lo intentamos, no funcionó, a lo siguiente”.
Narrador: Hottel creía haber demostrado que tenía la razón. Y con el fracaso de Solar Two como munición, retiraron a Telkes del proyecto solar por completo. Sin embargo, ella no se dejó disuadir. Por el contrario, fortaleció su confianza en sus propias ideas. “Los ingenieros conservadores tratan este tema casi que con desdén”, comentó obstinadamente. “Pero la luz del sol se utilizará como fuente de energía tarde o temprano”. Tenía una sola pregunta: ¿Por qué esperar?
Bocinas de carros
Boston, 1947
Narrador: En Boston, mientras Telkes descifraba su siguiente paso, había, al otro lado de la ciudad, una arquitecta tan única en su campo como Telkes lo era en el suyo. Su nombre era Eleanor Raymond.
Daniel Barber, historiador: Eleanor Raymond era una mujer que había construido, posiblemente, la primera estructura de diseño moderno en el noreste. No la refrenaban los estilos tradicionales que prevalecían en Nueva Inglaterra en ese momento.
Andrew Nemethy, periodista: Era arquitecta cuando las mujeres no hacían eso. Fue una de las primeras mujeres en convertirse en arquitecta en Boston. Y era gay, lo cual era de reconocimiento general. Tenía una pareja exclusiva en los años cuarenta. Así que fue pionera en muchos sentidos.
Titular de un periódico: Ella construye casas.
A. L. Hu, arquitecto: Eleanor Raymond se parecía mucho a Telkes, pensando en innovar y hacer cosas nuevas. Ella ya estaba forzando los límites de lo que podría ser una casa.
Narrador: Allá en 1940, Raymond había construido toda una casa con láminas de madera. La primera de su tipo en el mundo, la estructura experimental se la había encargado Amelia Peabody, filántropa adinerada de Boston, que apoyaba la innovación en la arquitectura entre muchas otras pasiones.
Andrew Nemethy, periodista: Telkes había estado buscando un “ángel”, ese es el término que ella usó. Quería encontrar un ángel que financiara sus esfuerzos. Descubre a Amelia Peabody, que tenía riqueza y prestigio para patrocinar proyectos.
Narrador: Había dinero para el Museo de Ciencias de Boston, para nueva investigación médica, para los veteranos militares heridos y para la renovación de la iglesia Old North Church. Ahora, en el verano de 1947, en MIT a Telkes la habían enviado al Departamento de Metalurgia, pero no se desvió de su objetivo. Ella iba a construir una casa calentada por el sol no para recopilar datos experimentales sino para que viviera una familia.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Esta es una forma completamente nueva de hacer esto. No es un cobertizo en los terrenos de la universidad. Esta es la prueba real del concepto.
Michelle Addington, ingeniera: No estaba siguiendo lo que consideraríamos las formas normativas que probaríamos y desarrollaríamos por completo, antes de usar de lleno la tecnología destinada a estar en los hogares de las personas.
Narrador: Sin el visto bueno de MIT, Telkes le escribió a Raymond y a Peabody. Al principio, Peabody no estaba convencida. “Hay pocas posibilidades de que construya otra casa en el momento”, le respondió a Telkes en agosto. Pero entonces llegó el invierno de 1947. A medida que bajó la temperatura y una tormenta sepultó a Boston bajo la nieve, los problemas de distribución y los disturbios laborales dejaron a todo el noreste frente a una escasez de carbón y combustible para la calefacción.
Daniel Barber, historiador: No había combustible para la calefacción en un invierno gélido y te puedes imaginar que la gente no solo tenía frío, también tenía miedo, y se preguntaba: “¿Qué estamos haciendo como país? ¿Cómo vamos a salir adelante durante esta transición al mundo de la posguerra?”.
Narrador: Al llegar la primavera, cuando la crisis se desvaneció, Telkes convenció a Amelia Peabody de apoyar la primera casa del mundo con calefacción solar. Raymond lo celebró como un “momento histórico” y agregó en una carta a Telkes que este era “un momento emocionante para todos”.
Sara Shreve-Price, historiadora: Telkes se da cuenta en MIT de que, si los demás no te van a dejar ser parte, necesitas encontrar espíritus afines.
Daniel Barber, historiador: Y desarrollaron este equipo ideal, ¿verdad? La ingeniera, la arquitecta y la fuente de financiación.
Andrew Nemethy, periodista: Las llamo, como, esta troica visionaria que se unió para hacer algo que nadie más había hecho.
Narrador: Los planos eran para una vivienda de dos pisos y 5 habitaciones, perfecta para una familia de posguerra. Pero en ninguna parte de esos 74 metros cuadrados habría espacio alguno para una caldera.
Unas pocas semanas después, Raymond recorrió con Telkes las afueras de Boston, estudiando las opciones antes de elegir un sitio en la extensa propiedad de 320 hectáreas de Peabody, en Dover, Massachusetts.
Cuando llegó el verano, Raymond invitó a Telkes a su casa en la costa de Gloucester. “Pasamos un rato entretenido”, escribió Raymond en su diario, “pero con Telkes alrededor, era ciencia todo el tiempo”. “Una dama versátil”, Raymond concluyó, “y entretenida, en pequeñas dosis”.
Andrew Nemethy, periodista: Era muy entretenida, pero le gustaba ser el centro de atención. Y se podría decir que era imposible desviarla de su visión. La gente no sabía qué pensar de ella.
Joy Olgyay, ahijada de Telkes: Mária tenía algunas idiosincrasias. Su mente estaba en otra parte, no estaba en las cosas cotidianas. No cocinaba, no cosía. Era una visionaria y pensaba en los proyectos y los problemas y las otras cosas no importaban.
Dover, MA, 1948
Narrador: Ahora, con la construcción en marcha, Telkes difícilmente podía esperar, sugiriéndole a Raymond usar “un hechizo para acelerar” cuando el más mínimo retraso tenía lugar. Construida por un equipo de carpinteros locales, con extraños nuevos materiales, la Casa del Sol de Dover fue diseñada para ser diferente desde el principio.
Andrew Nemethy, periodista: Era inusual y radical. Todo acerca de esa casa fue creado de la nada.
Narrador: Terminada finalmente en noviembre de 1948, pintada de rojo para combinar con el estilo del granero de Nueva Inglaterra, Raymond planeó para que un grupo de mujeres, estudiantes de una universidad local, diseñaran el interior. Incluso los muebles de la nueva era estaban destinados a demostrar, sin lugar a duda, que esta era la casa del futuro. Solo faltaba una cosa. El experimento solar más audaz jamás intentando se lanzó oficialmente cuando, en vísperas de Navidad, una familia de tres personas llegó a vivir ahí. Su llegada a la Casa del Sol de Dover fue prácticamente un milagro en sí mismo.
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: Mária era prima segunda de mi padre, pero no sé si se conocían muy bien. Mis padres huyeron de Hungría cuando terminó la guerra y comenzaron a llegar los soldados soviéticos. Fuimos de las últimas personas en cruzar la frontera antes de que se cerrara. Mária debe haberse enterado de que estábamos aquí en Estados Unidos. Era muy hábil con las relaciones públicas y es posible que se diera cuenta de que era buena publicidad. En parte por eso nos seleccionó para vivir en la casa. Mis padres, llegando a un nuevo país, solo puedo imaginar lo que pensaron: “Vamos a vivir en una casa solar”. (risas). “Bueno, ¿qué es una casa solar?”.
Sara Shreve-Price, historiadora: Para Telkes, es una idea bastante ambiciosa, que vas a poner una familia con un niño pequeño en esta casa con esta tecnología que tal vez funcione, pero no estás segura. Entonces, no es solo un experimento en: ¿funciona la sal? Es un experimento en: ¿es esta una manera cómoda de vivir?
Narrador: En el interior, estaba la parte de la casa de los Nemethy, con amplios ventanales y una hermosa cocina. Y luego, apenas oculta, estaba la tecnología: grandes reservas de sal de Glauber, 4 275 galones en total, que funcionaban sin piar, sisear o zumbar, tras bambalinas.
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: La planta superior era casi en su totalidad el sistema de calefacción. Estos enormes ventanales de casi 4 metros de alto. Y luego, todos estos conductos que recogían el calor y lo conducían a los barriles con sal de Glauber.
Michelle Addington, ingeniera: La sal absorbía el calor del sol y se derretía. Y quedaba ahí, en estado fundido. La forma en que liberaba el calor, tenías aire soplando por entre la sal y cuando, se solidificaba, liberaba el calor. Si no quieres el calor, el aire se cortaba. Esa parte, un tipo de sistema muy simple.
Narrador: Los Nemethy, mientras tanto, debían monitorear cada mínima variación.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Telkes dice: “Van a ser los conejillos de Indias, pero también van a ser los científicos”. “Van a estar monitoreando todo el progreso, dándonos toda la información, todos los datos que necesitamos”. ¿Cuál es la temperatura de cada día? ¿Cómo está funcionando?
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: Creo que mi padre lo disfrutó. Quiero decir, sabía mucho al respecto. Se metió en el meollo del asunto de la temperatura y el ángulo del sol. Esto le dio, probablemente, una razón de ser.
Narrador: A pesar del terrible clima de Nueva Inglaterra, esta vez, la apuesta de Telkes dio frutos. “Cuando se abrió la puerta”, recordaba Raymond, “me recibió una oleada de aire cálido que sabía que tenía que haber venido del sol y eso fue realmente emocionante”. En marzo, la familia había sobrevivido la peor parte del invierno sin una sola gota de combustible.
Video de propaganda, material de archivo
Caricatura del Sol: Todos los días, te envío mil veces más energía de la que usas en un año.
Personaje caricaturesco: ¿Alguien está trabajando para obtener energía directamente de Don Arrogante aquí? (risas).
Hombre: Claro que sí, pero no lo suficiente. Hay otra importante investigación sobre cómo convertir la luz solar en energía. La Dra. Mária Telkes ha diseñado una casa modelo en Massachusetts en la que el calor solar se recolecta, almacena y distribuye ingeniosamente por la casa.
Narrador: Prácticamente, de la noche a la mañana, la Casa del Sol de Dover se convirtió en uno de los edificios más famosos del país. “La casa es tan diferente”, admitió el Boston Globe, “que a primera vista, no la tomarías por una vivienda”. “Pero ahora mismo, es probablemente la casa más importante de las latitudes templadas”.
Sara Shreve-Price, historiadora: La Casa del Sol de Dover estaba construida con la publicidad en mente. Es un experimento, pero es un experimento para que el mundo lo vea.
Narrador: Primero vino la prensa y luego los curiosos.
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: Los miércoles y los domingos entre 2:00 y 5:00, dábamos recorridos de la casa. Así que debíamos tener la casa bonita, ordenada y limpia. Abríamos la casa y la gente entraba y mi padre respondía preguntas y miraban a mi madre sonriendo, ella tenía una gran sonrisa y era muy agradable. Entonces, durante tres horas, era un poco como vivir en una pecera. La casa cerraba a las 5:00 y mi padre una vez contó una historia sobre unas personas que estaban en el ático mirando los paneles solares. (riendo). Y seguían allá arriba después de que el recorrido hubiera cerrado.
Narrador: De enero a agosto de 1949, más de 3 000 personas viajaron a Dover. Cada vez más, la propia Telkes estaba al centro del frenesí de los medios.
Titular de un periódico: Ella atrapó el Sol… para calentar.
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: No me sorprende que eso haya sucedido. Mária era exótica, en parte por su acento, en parte porque era atractiva y vivaz y era una gran promotora.
Titular de un periódico: ¡Hurra por Mária Telkes!
Titular de un periódico: Mujer científica pone a trabajar al sol.
Titular de un periódico: Una señora científica aprovecha el sol.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Ella no es solo una científica. Es glamorosa, es entretenida, es divertida. Muchos de los escritores de la sociedad la describían como: “una deslumbrante científica húngara de cabello rubio”, “una deslumbrante científica húngara de cabello rojizo”. Es muy revelador ver cómo se habla de ella, pero al mismo tiempo, ella iba a usar la atención para avanzar su proyecto.
Narrador: Durante los siguientes tres años, Telkes continuó siendo noticia, esta vez con la culminación de su investigación durante la guerra: un desalinizador solar de 15 pies de largo que podría producir 44 galones de agua potable al día. Luego, en Chicago en 1952, Telkes ganó el premio inaugural de la Sociedad de Mujeres Ingenieras y su trabajo fue celebrado en el hotel Statler. Luego vino un título honorario de St. Joseph's College. Para entonces, la fama de Telkes se extendió más allá de EE. UU.
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: Mis padres tenían un servicio de recortes así que cuando Mária Telkes aparecía en alguna parte, nos enviaban recortes. Los obtuvimos del Hindustan Times, de periódicos alemanes, de todas partes del mundo.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Adquiere uno de mis apodos favoritos: la Reina del Sol, que es un buen ejemplo de su interacción con el público, ¿no? Si tienes a alguien llamado la Reina del Sol hablándote sobre la energía solar, se vuelve mucho más emocionante.
Boston, 1953
Truenos
Lluvia torrencial
Narrador: Mientras tanto en Boston, el proyecto solar de MIT llevaba 14 años operando, con tres casas experimentales, pero no se había descubierto mucho. Y ahora, Hoyt Hottel había tenido que ver el proyecto privado de Telkes capturar la imaginación del mundo.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Todo el mundo está encantado con la Casa del Sol de Dover excepto los hombres de MIT. Aunque esto no está afiliado con MIT, ellos están furiosos de que ella esté recibiendo la atención, y la forma en que hablan de esto en sus cartas, es realmente diciente. Hay mucho uso de palabras como: “Ella se niega a someterse”. “Ella no se deja controlar”.
Sara Shreve-Price, historiadora: Ella es demasiado agresiva. Ella es prepotente. Esencialmente, parece que el problema es que ella es una mujer segura de sí misma y no hay forma de perdonarla por eso.
Narrador: El 30 de junio de 1953, a Mária Telkes la despidieron de MIT. El informe que había llevado a su despido concluyó: “Se espera que el incidente de Telkes esté efectivamente cerrado”.
Sara Shreve-Price, historiadora: Ser lo suficientemente asertiva para tener éxito en este mundo que está empeñado en no alentar a las personas como tú a hacer las cosas que tú haces, ¿cómo podrías llegar a algún lado en este mundo y no ser etiquetada como una mujer problemática?
Gente aplaudiendo al ritmo
Audiencia aplaudiendo
Golpe de tambor
Banda tocando
Mujer: ¡Ahora, el sueño del mañana! (música continúa).
Narrador: A comienzos de los años cincuenta, la escasez de la posguerra había terminado y a los estadounidenses les prometieron que el futuro de la era espacial estaba cerca. Los veteranos de la Segunda Guerra Mundial estaban formando familias. Estaban comprando casas y carros y absolutamente todo lo demás.
Adam Rome, historiador: Hay una tremenda presión por producir en masa cosas para la casa. Lo llamo el complejo industrial urbano, que una vez eres dueño de una casa, vas a comprar un millón de otras cosas: electrodomésticos para la cocina, cortadoras de césped. Sigue y sigue y sigue.
Daniel Barber, historiador: El período de posguerra fue uno en el que el consumo de todo explotó, ¿verdad? Quiero decir, se disparó hacia arriba.
Narrador de película de archivo: Encontrarás una escena como esta en casi todos los pueblos y ciudades del país.
Sara Shreve-Price, historiadora: En la década de 1950, vivías una vida tranquila. Y en un mundo de abundancia, consumir de manera ineficiente se convierte en parte del estilo de vida estadounidense.
Narrador: EE. UU. estaba en una intersección y Mária Telkes eligió seguir adelante por su propio camino, claramente, diferente. En el otoño de 1953, se fue de Boston, a un nuevo puesto en la Universidad de Nueva York, una bienvenida distracción, en la forma de un nuevo reto.
Narrador de película de archivo: Aquí en el campus de la Universidad de Nueva York, la Dra. Telkes y su asistente sacan la estufa solar a un lugar iluminado por el sol. Tanto la simplicidad como el ligero peso de la estufa son evidentes.
Narrador: Capaz de alcanzar temperaturas de 400 °F y costando solo cuatro dólares, el horno de Telkes era fácil de transportar, pero podía cocinar una cena completa para cuatro. A su lado estaba su nueva investigadora asociada: Stella Andrássy.
Joy Olgyay, ahijada de Telkes: Stella Andrássy era mi abuela. Ella hacía las pruebas de campo con estas cosas, luego volvía y le daba su opinión a Mária. Y trabajaban en ello y probaban con otro diseño. Recuerdo estar en la piscina en casa de mis abuelos y mi abuela preparando la comida en la estufa solar. Todo se estaría cocinando mientras estábamos en la piscina nadando.
Narrador: Los aficionados del horno solar podían usar un libro de cocina escrito por la propia Andrássy. Había recetas de pollo al sol, sopa soleil y pastel de melocotón. Telkes, mientras tanto, hizo todo lo posible por captar la atención de la prensa. “Todo”, le dijo a un reportero, “parece saber mucho mejor cocinado por el sol”. Y le decía al que escuchara que “el horno solar fue diseñado para cambiar al mundo”.
Daniel Barber, historiador: Telkes se da cuenta de que lo que la innovación tecnológica puede hacer no es proporcionar carros elegantes a los ricos y famosos. Lo que la tecnología puede hacer es mejorar drásticamente la calidad de vida, especialmente para aquellos que tienen menos capacidad para hacerlo ellos mismos.
Mária Telkes, material de archivo: Por supuesto, la estufa no es para regiones donde tienes gas o electricidad disponible. Esto es más que todo para el Trópico. Estufas como esta estarían disponibles a muy bajo costo. La gente puede tener una nueva oportunidad de vida y mejorar su civilización.
Michelle Addington, ingeniera: Telkes sigue demostrando su profundo interés en la humanidad. Ella realmente imaginó que esto revolucionaría la forma de vivir de la gente.
Narrador: Ahora, en noviembre de 1955, Telkes se fue a Arizona, con su estufa a cuestas. Se unió a otros 1 000 científicos de 35 países para el primer Simposio Mundial de Energía Solar Aplicada. El tema era “Poner el Sol a Trabajar” y el estado de ánimo era entusiasta. “¿Recuerdan cuando la gente se preocupaba por quedarse sin combustible?”, dijo un periodista con entusiasmo. “Ahora la idea es que habrá energía disponible mientras exista vida en la Tierra”.
Había suficientes aparatos solares para llenar una feria, desde un teléfono solar de Georgia hasta un motor solar de auto de Italia. Telkes habló con colegas de programas de investigación solar iniciados recientemente en Minnesota, Wisconsin, Francia e Israel; y sus viejos amigos también estaban allí. Era inevitable que Hoyt Hottel y Telkes eventualmente se encontraran, como lo hicieron entonces, bajo el sol del desierto. Pero en la conferencia sobre calefacción solar de Hottel, fue lo que no dijo lo que podría haber cambiado el mundo.
Recientemente, el gobierno federal había ido a MIT a solicitar ayuda para una iniciativa sin precedentes. Querían construir un vecindario completamente solar, algo para mostrarle al mundo y para poner a prueba la tecnología en grande. Pero Hottel tenía dudas.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Hoyt Hottel construyó toda su identidad, su reputación alrededor de pensar que las cosas no funcionarían y siendo la voz alta del escepticismo en proyectos que se supone que debía defender.
Titular de un periódico: ¿Calentar con energía del sol? Sí, pero…
Titular de un periódico: Calefacción solar no es todavía práctica, dice experto.
Titular de un periódico: Todavía no bote la caldera, aconseja científico de la energía solar.
Narrador: Y había algo más alimentado su temor. Telkes había estado involucrada en el inicio de la idea y Hottel era consciente de que tendría que volver a trabajar con ella, si iban a intentarlo. Y así, lo rechazó. “Nuestro equipo”, dijo la respuesta, “no se siente preparado para viviendas de demostración”.
Sara Shreve-Price, historiadora: ¿Un barrio construido con respaldo del gobierno? ¿Qué clase de oportunidad habría sido esa? Te rompe el corazón pensar que rechazaría esto específicamente porque no quería que ella se involucrara.
Gente hablando y llamando
Narrador: A pesar de los contratiempos y los obstáculos, Telkes se mantuvo firme en su creencia en un futuro solar. A medida que pasaban los años, “la vida solar” de Mária Telkes, como ella la llamaba, se volvió cada vez más nómada. Se mudó a Princeton, luego Virginia, luego Delaware. En todas partes, continuó impulsando su visión de casas calentadas por energía solar para las masas.
Andrew Nemethy, periodista: Habló sobre la producción masiva de casas solares lo cual, ya sabes, probablemente era considerada una idea radical y extraña en ese momento.
Narrador: Armó una propuesta para la producción de una casa solar que costaría solo USD $10,000 y podría prefabricarse en cantidades. “Todas las personas con las que he hablado de la casa expresaron un gran interés”, una compañía de construcción respondió, “pero el costo del equipo solar mató a todos del miedo”. Este es otro ejemplo de cómo era realmente indómita. Ella dijo: “Muy bien. Iré a buscar otros lugares para hacer esto. Iré a buscar otras formas de hacer estas cosas que creo que podrían ser importantes”.
Narrador: Continuaría desarrollando casas solares para el sector privado, y más adelante, para la Universidad de Delaware. Y siempre se mantuvo en contacto con Eleanor Raymond y Amelia Peabody, enviándoles copias de sus últimas investigaciones e informándoles sobre sus nuevos planes para poner el sol a trabajar. Pero mientras Telkes miraba hacia el futuro, en Dover, el sueño comenzaba a desmoronarse. A medida que la pequeña Casa del Sol se acercaba a su sexto aniversario, surgieron problemas que eran cada vez más imposibles de ignorar. Ya dos veces, el colector solar tuvo que reconstruirse por completo, y eso no fue todo.
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: Mi madre llamó y dijo: “Nos estamos congelando”. Entonces nos dieron unos calentadores eléctricos que prendíamos y cuando la gente venía a los recorridos de la casa, los escondíamos. Esa fue la realidad.
Michelle Addington, ingeniera: Había muchas partes móviles que estaban sujetas a fallar. Y desafortunadamente, muchas de ellas fallaron. Había corrosión en los materiales. Había dificultades con los sistemas de acristalamiento. Los conceptos eran acertados. Las ideas eran absolutamente brillantes. Pero una vez que los sistemas empezaron a fallar, no pudieron calentar la casa.
Narrador: Finalmente, Amelia Peabody le escribió a Telkes con la noticia. Iba a instalar una caldera. “Estoy segura de que será un golpe duro para ti”, escribió. “Pero no creo que le haga ningún bien a la reputación de la casa, que esté tan fría que se vuelva inhabitable. El experimento ha terminado”.
Andrew Nemethy, residente de la Casa de Dover: A mi madre la entrevistaron para un libro sobre cómo era vivir en la casa y ella dijo la verdad, que después de unos años no estaba funcionando muy bien. Mária reprendió a mi madre por contar esa historia y ya sabes, cortó el contacto con mis padres.
Narrador: Pero Telkes se negó a ver el final del experimento como un fracaso. Siguió trabajando en mejoras, siguió tratando de recuperar la atención de la prensa.
Daniel Barber, historiador: Estaba decepcionada y pasó mucho tiempo y escribió artículos discutiendo que, de hecho, fue un éxito y aquí están las razones, y el tipo de cosas que se resolvieron.
Michelle Addington, ingeniera: Ella creía tener la razón y creía tener una respuesta y creía que era algo heroico. Y es difícil convencer a alguien de lo contrario.
Titular de un periódico: La famosa “Casa del Sol” de Boston adquiere: ¡Chitón! Una nueva caldera.
Narrador: Pero la realidad era aún más difícil de digerir que el fracaso de la casa de Dover. La estructura había sido diseñada para ser el símbolo de la revolución solar. Las consecuencias fueron un mal augurio para el futuro.
Michelle Addington, ingeniera: La arquitectura se alejó drásticamente de las tecnologías solares. Durante décadas, los arquitectos no querían tocar nada que involucrara tecnología solar. La recordaban como un fracaso, sistemas que no cumplieron lo que han debido cumplir. Más que cualquier otro experimento solar, nada más se acercaría a la Casa del Sol de Dover en términos de cobertura mediática. La espada de doble filo, si hay una falla, simplemente, no hay forma de perdonarla.
Narrador: Las malas noticias sobre la casa solar más famosa de EE. UU. llegaron en el peor momento posible. La economía estadounidense estaba en auge y todo ese crecimiento requería de una fuente de energía diferente que ya estaba al alcance de la mano.
Adam Rome, historiador: En los años cincuenta, la energía se convierte en la más abundante y barata en la historia del país. Tenemos una economía petrolera completamente nueva.
Narrador: Nuevas tecnologías, nuevas políticas y la reciente apertura de campos petroleros en Oriente Medio sobreabastecieron a Estados Unidos a tal punto que el petróleo estaba en todo: desde la pintura, hasta los pesticidas.
Daniel Barber, historiador: Estábamos inundados por el flujo de petróleo. El mundo de los combustibles fósiles en el que vivimos no era inevitable. En realidad, fue un proyecto político y económico muy agresivo para basar todo en el petróleo. Vamos a conseguir que las corporaciones persigan nuestros objetivos geopolíticos, vamos a dar ridículos subsidios a las compañías petroleras durante décadas. Vamos a construir casas que requieran combustible y que requieran combustible para conducir a ellas. Dependemos completamente de este flujo de petróleo.
Adam Rome, historiador: Durante los años cincuenta, la cantidad de energía utilizada en un hogar aumenta alrededor del 400%. Es una cantidad asombrosa y a nadie le preocupa porque es muy barata, abundante y confiable.
Narrador: La investigación que Telkes inició y la gran visión que ella había vendido tan magistralmente como la tecnología que diseñó, pronto fueron olvidadas. La ola solar había terminado. La era del petróleo había llegado.
Budapest, 1995
Narrador: En noviembre de 1995, Telkes viajó de regreso a su tierra natal. Desde la caída de Dover, no había dejado de trabajar: investigaciones con NASA y el Departamento de Energía, patentando docenas de inventos e inspirando la nueva generación de científicos solares.
Adam Rome, historiador: Mária Telkes, personalmente, nunca perdió la fe, nunca perdió la esperanza y siguió trabajando para hacer realidad este sueño de un futuro solar hasta la década de 1990.
Narrador: Su viaje a Hungría fue el primero desde que se fue a Estados Unidos en la primavera de 1932 y resulta que también sería el último. El 2 de diciembre, en Budapest, diez días antes de cumplir 95 años, Mária Telkes murió.
Sara Shreve-Price, historiadora: Es difícil no pensar en lo que podría haber sido. ¿No hubiera sido un final increíble si Telkes hubiera podido transformar el mundo? ¡Sí! Ojalá hubiéramos tenido ese final.
Título de un artículo: Persiguiendo al sol es la obra de su vida.
Dra. Mária Telkes, científica solar nacida en Hungría.
Sara Shreve-Price, historiadora: Pero tal vez una forma de ver esta historia es, si sientas las bases, entonces algún día, cuando la crisis sea lo suficientemente grande, o la sociedad esté finalmente lista, algún día, al menos las bases ya están ahí.
Olivia Meikle, académica, estudios de género: Cuando miras la cantidad de obstáculos que tuvo que saltar y la cantidad de cosas que le impidieron hacer, es realmente frustrante. Los paneles solares en los techos de todos no suceden a menos que ella esté haciendo su investigación. Ella está sentando las bases para casi todo lo que hacemos ahora con la energía solar.
Daniel Barber, historiador: Telkes ayuda a representar y a encarnar esa lucha por cómo pensar diferente. Y creo que esa insistencia, en cierto sentido, es la obligación de la comunidad científica por brindar beneficios a amplios sectores de la población y hace de Telkes una especie de guía para nosotros hoy.
Artículo en el Boston Globe, 14 de marzo de 1954: Los hábitos en la calefacción del mundo pueden sufrir cambios.
Michelle Addington, ingeniera: Dado que ahora el tema de la energía tiene consecuencias para nuestra civilización, creo que le sorprendería que todavía no estemos adoptando por completo la energía térmica más poderosa que tenemos en el universo.
Andrew Nemethy, periodista y residente de la Casa de Dover: Su visión para el futuro del mundo, para el calor solar, sigue siendo importante de muchas maneras diferentes. Ella ciertamente involucró a nuestra familia, así que nos convertimos en parte de esa gran visión que tenía. Yo tengo una deuda de gratitud con ella. Nuestra familia tiene una deuda de gratitud con ella. Me mudé en los años setenta. Eventualmente, la casa se deterioró y básicamente, la demolieron. Y desafortunadamente, como la casa ya no existe y esa era terminó, la gente, realmente, se habían olvidado de esto. Pero ella encaja en esa categoría de personas que merecen ser reconocidas hoy por lo que lograron y por lo que vieron cuando nadie más lo hizo.