De regreso a Tulsa se transmitió por primera vez en American Experience en 1993.
Es la historia de Greenwood, el distrito de Tulsa, Oklahoma, conocido como el “Wall Street negro”.
En 1921, en esta sección de 35 cuadras, llena de negocios prósperos, ocurrió una de las peores masacres raciales en EE. UU. cuando grupos de blancos atacaron, matando cerca de 300 residentes negros, saqueando y quemando propiedades.
Esta película muestra el crecimiento, la destrucción y el renacer de Greenwood, así como algunas de las últimas entrevistas con los testigos que sobrevivieron.
DE REGRESO A TULSA
Cantante:
♪ Voy de regreso a Tulsa
A mantener a raya
a mis mujeres
Sí, Voy de regreso
a Tulsa
Solo a mantener a raya
a mis mujeres ♪
James O. Goodwin: Greenwood, en mi niñez, era un lugar muy animado, lleno de vida.
Joe R. Burns: Había 35 o 40 negocios entre las calles Greenwood y Pine, en ambos lados de la calle.
Cantante: ♪ Mis ojos son marrón ♪
Maxine Cissel Horner: Los negocios estaban en auge, la gente vivía bien y, por supuesto, nos apoyábamos unos a otros porque al no mudarnos afuera de la comunidad el dinero permanecía en la comunidad.
Cantante: ♪ Dientes blancos marfil... ♪
Edward L. Goodwin: Había tabernas, tiendas de artículos varios, heladerías, tres o cuatro farmacias. Había salones de belleza, barberías, hoteles y lugares de entretenimiento.
James Homer Johnson: Había absolutamente de todo, así que si querías saber qué estaba pasando o quién estaba en Tulsa, lo único que debías hacer era estar en Greenwood entre el jueves y el sábado en la noche.
Cantante: ♪ Canté este blues... ♪
James O. Goodwin: El espíritu era tal que en una esquina estaba el Espíritu Santo y en la otra, heroína, no que sea algo deseado, pero esa era la realidad.
Cantante:
♪ Y si vienes mañana a Greenwood
Cantaré más de este blues ♪
Joe R. Burns: En ese entonces, Tulsa era extremadamente segregada. Si estabas... al otro lado de la ciudad, en el centro de Tulsa y hacías algo equivocado, la policía te detenía y te decía en términos muy desagradables dónde podías comer y beber y dónde no podías beber. Y claro, ponían anuncios, ninguna persona de color podía beber de las fuentes ni comer en los lugares. Y nos parábamos, ni siquiera podíamos comer en el centro de Tulsa, durante mucho tiempo. Pero eso no nos preocupaba mucho porque en el área de Greenwood teníamos, estábamos completos. Éramos únicos.
Narrador: La historia de Greenwood, la comunidad negra de Tulsa, Oklahoma, es la historia de un pueblo cuyos antepasados se establecieron en este estado en el siglo XIX. (perros ladrando, carreta retumbando). Llegaron como esclavos de los indios, esclavos fugitivos y personas libres. (caballos relinchando, personas charlando). Durante la Guerra Civil, había más de 7 000 personas negras en el territorio.
Curie Ballard: Mi tatarabuela era esclava de los indios choctaw. Su nombre era Charlotte McCoy. Ella nació en Misisipi, esta es su fotografía. Y esta es su hermana: Minerva McCoy. Ella y su hermana eran ambas esclavas de un indio choctaw llamado Britt Willis. Cuando vinieron a Oklahoma después de la emancipación, ya terminada la Guerra Civil, las dos mujeres se casaron con dos hermanos. Se casaron con los hermanos McCoy y mi tatarabuelo, William McCoy, nació en el territorio indio en 1839. Nació básicamente 50 años antes de la fiebre de la tierra, medio siglo antes de la apertura del centro de Oklahoma.
Narrador: La fiebre de la tierra de 1889 trajo una ola de colonos negros y un número abrumador de blancos al territorio.
Narrador: Hartos del racismo, la población negra vio a Oklahoma como una tierra de libertad y oportunidad. (gallo cacarea). Los líderes políticos negros promovieron agresivamente esta tierra prometida. A principios de 1900 había hasta 27 pueblos de solo negros.
Narrador: En busca de oportunidades de trabajo, muchos se mudaron a ciudades más grandes, como Tulsa.
(campana del tranvía)
Rosa B. Skinner: Fue en el otoño de ese año, estaban hablando sobre Oklahoma, Oklahoma: “aquí podrías ganarte la vida, podrías hacer esto y aquello”. Y papá y ellos pensaron que el dinero cae de los árboles y dijo: “Creo que me llevaré a los niños e iremos a ver”.
Robert Fairchild: Y en esos días existía el auge petrolero y el dinero fluía libremente. La gente se acostaba por la noche y se despertaba a la mañana siguiente con un chorro en el jardín de atrás.
James Homer Johnson: Lo que pasó fue que la comunidad negra, que no recibía beneficios directamente de los campos petroleros, comenzó a encontrar empleo en el área de servicio: como maleteros, conserjes, ascensoristas y en el área de servicios de los negocios relacionados con el petróleo; había empleo.
Rosa B. Skinner: Dos hermanas mías vivían aquí, trabajaban para personas blancas como internas. Y vine aquí, me conocieron, me alojaron con ellas y me consiguieron trabajo con personas blancas, como ellas.
(personas charlando)
(martillazos)
Narrador: En 1907, cuando Oklahoma se convierte en un estado, el cuerpo legislativo totalmente blanco actuó rápidamente para convertirlo en tierra de blancos. Aprobaron una ley tras otra para mantener a los negros separados y en su lugar. Las escuelas, los hospitales, los negocios, incluso las cabinas telefónicas debían ser segregadas.
James Homer Johnson: Básicamente, en Oklahoma, adquirida su condición de estado, la intolerancia racial era de conocimiento público y creo que esto tuvo mucho que ver con el desarrollo de los municipios negros porque la población negra tendía a mantenerse unida para autoprotegerse.
Directorio de Negocios de Propiedad Negra
Narrador: A principios del siglo XX, un grupo de empresarios negros había comprado un terreno en la sección noreste de Tulsa. Lo llamaron Greenwood. La segregación había crecido en el lado blanco de Tulsa, así como los negocios con dueños negros en Greenwood.
(suena la caja registradora)
Mabel B. Little: Abrí un salón de belleza en 1915, en casa. Teníamos dinero, pero no podíamos ir a comprar cosas, así que nos ayudó a montar nuestros propios negocios. Y ahí es cuando la población negra empezó a construir.
(sonido del proyector de cine)
Joe R. Burns: En frente a la farmacia Ramses Drug Store había una parada de taxis llamada Your Cab Company, había varias y los dueños eran todos negros. Y algunos de los dueños compraron cuatro o cinco taxis nuevos cada año.
James O. Goodwin: Incluso teníamos nuestro propio sistema de buses: la compañía de autobuses que existe hoy en día la empezó un hombre negro. Y se la vendió a la ciudad con el entendimiento de que contratarían conductores negros.
(motor en reposo)
Hobart Jarret: Antes de que existieran los buses urbanos, había colectivos y los dueños eran personas negras y... La ambulancia entonaba al pasar por la calle Greenwood.
Charles Bate, M.D.: Teníamos dos o tres ambulancias, sí, ambulancias que las funerarias operaban. Y no había tarifas por el servicio de ambulancia. Supongo que los de las funerarias que operaban las ambulancias pensaban que el paciente podría morir y de esa manera recibirían remuneración.
James O. Goodwin: Irías a un restaurante de barbacoa y escucharías blues o jazz y habría una presentación en vivo... Dinah Washington y Roy Milton y los Trotamundos darían una vuelta por la calle.
Edward L. Goodwin: Earl Bostick era de aquí, teníamos… Clarence Love era de aquí, muchos músicos que fueron por todo Estados Unidos. Clarence Love tenía una banda de solo mujeres que viajaba por todo el país.
Maxine Cissel Horner: Teníamos unas de las mejores barbacoas que podrías querer probar. Sin embargo, recuerdo un lugar que, supongo que para poder venderles a los blancos, tenía un lado para personas negras y un lado para personas blancas. Y recuerdo haber pensado que no creía que su barbacoa fuera tan buena porque odiaba la idea de que tuviera que hacer eso. Tenía un mercado; no tenía que hacer eso.
Narrador: Para 1921, la población negra de Tulsa había crecido a casi 11 000 y la comunidad negra de Greenwood estaba en auge: 15 supermercados, 2 cines, 2 periódicos, 4 farmacias, 2 escuelas públicas, una biblioteca pública, 4 restaurantes de barbacoa y de chile con carne, y unas 13 iglesias.
John Hope Franklin: En Tulsa, Oklahoma tuvimos un pequeño enclave aparte donde las personas negras tenían cierto grado de independencia financiera, social y política, tal vez incluso, algo de influencia.
James Homer Johnson: Había un grupo de empresarios negros que se juntaron y formaron una unión para ayudar a desarrollar negocios.
Mabel B. Little: El comercio de propiedad negra creció en Tulsa hasta 1936 cuando se anunció que teníamos el más grande en todo Estados Unidos.
Joe R. Burns: Pero cuando íbamos al lado blanco de la ciudad, los blancos te molestaban todo el tiempo y podías terminar en una pelea. Y el Ku Klux Klan estaba fuera… fuera de control.
Narrador: Era una época peligrosa para ser negro en Estados Unidos. Entre 1917 y 1921, la violencia racial estaba fuera de control. En ciudades de todo el país, a los negros les daban palizas, los quemaban y linchaban en números alarmantes. En Tulsa, el Ku Klux Klan incluía a líderes políticos y a miembros de la policía. Incluso los periódicos locales apoyaban esta violencia.
James Homer Johnson: Siempre fue una relación hostil entre la comunidad negra y la blanca, en parte debido a que el Ku Klux Klan estaba ubicado en una zona justo al oeste de la comunidad negra, en las calles Main y Eastern. Estaba a cuatro cuadras al oeste de donde se encontraba la comunidad negra. Y teníamos que pasar por eso para ir al trabajo y para ir y venir de la escuela, si vivíamos en las áreas de servicio de los barrios. Era una situación hostil. Siempre había la posibilidad de un acto de violencia. La población negra no estaba dispuesta a soportar la actitud que la comunidad blanca ponía delante nuestro. Los blancos pensaban que podían infundir miedo en la comunidad negra y la comunidad negra no se dejó, entonces lo que había era un tipo de actitud muy beligerante.
Narrador: Pero nadie, blanco o negro, estaba preparado para lo que sucedió la noche del 31 de mayo de 1921.
Mabel B. Little: Había un almacén de mercancías con uno de esos ascensores anticuados que hacías funcionar manualmente y una chica blanca era la ascensorista y este joven se subió al ascensor.
Robert Fairchild: Bueno, cuando fue a subirse, se tropezó y en su… en el esfuerzo de no caerse, agarró lo que pudo y, por supuesto, la ascensorista estaba en el medio. Y ella asumió que él estaba tratando de atacarla; ella lo reportó y lo arrestaron.
Rosa B. Skinner: Mi esposo pidió dar un discurso. Él es quien predijo los disturbios. No te dejes engañar. No sé quién más dice que lo predijo, pero T.R. Davis, el padre de mis hijos, se levantó y le dijo a la gente: “Va a haber destrucción en Tulsa”.
Robert Fairchild: Y esa tarde el Tribune salió y dijo lo que había sucedido y que habían arrestado a Dick Roland y que parece que va a haber un linchamiento esta noche. Y por supuesto, cuando los negros en la comunidad vieron eso, dijeron: “Oh no. No, no vamos a permitirlo”.
Titular de un periódico: Agarran a un negro por atacar a chica en un ascensor.
Rosa B. Skinner: Al llegar a casa después de la iglesia, viene uno: “Hombres, tomen sus armas, tomen sus armas”. En este momento, todavía puedo escuchar a todas esas personas miserables y gritonas.
Robert Fairchild: Y allí estaban, cientos de negros parados ahí, hablando, usando blasfemias y todo lo que te puedas imaginar. Y disparando las armas de vez en cuando. Y luego pensaron: “Bueno, mejor nos vamos al juzgado”. (voces distantes). Y se fueron al juzgado y todos estaban ahí parados, nadie se decía nada. Finalmente, un viejito blanco se acercó a Barry y le dijo: “Negro, ¿qué haces con esa pistola?”. Él dice: “Voy a usarla si es necesario”. Le dijo: “Oh no, dámela a mí”. Y se la trató de quitar. Y ese altercado desencadenó los disturbios.
(tren retumbando, silbato)
(voces enojadas)
Robert Fairchild: Así que los negros decidieron que van a tomar posición en las vías del ferrocarril de Cincinnati y Frisco, pero como había menos de ellos, se tuvieron que ir. Y en cuanto se fueron, los blancos entraron. Y al entrar, saquearon y, para ocultar su patrón de comportamiento, prendieron fuego al edificio.
Rosa B. Skinner: Cuando T.R. me despertó, me dijo: “Rose, tenemos que levantarnos e irnos de aquí”. Dijo: “Ya empezaron”. Yo no quería irme. Me resistí. Tuvo que ponerse duro conmigo para que me fuera, pero me fui. Y me dijo que… no trajera nada. Dijo: “No traigas nada”. Tenía puestas unas sandalias y una toalla atada sobre la cabeza y así me fui porque estaba molesta, indignada y asustada también.
George D. Monroe: Recuerdo a mi madre poniéndome, con mis hermanos, debajo de la cama. Recuerdo a la gente que entró a nuestra casa, gente blanca con antorchas prendiendo fuego a las cortinas y a la casa. Y uno me pisó el dedo mientras estaba debajo de la cama y mi hermana me tapó la boca con la mano para que no gritara.
Rosa B. Skinner: Y estaban quemando todo. Encendieron las casas allá arriba, hacia acá, quemándolas. Me recordó a Sodoma y Gomorra en la Biblia. Íbamos para allá. Y alguien dijo: “Salgan a ese claro donde los puedan ver y nadie saldrá lastimado” y tenía razón. Mientras estuviéramos afuera y nos pudieran ver, no se molestaron, pero estaban disparando desde aviones y todas partes. Fue rapidísimo.
Hobart Jarret: Mi papá había oído en el parque, al igual que otros hombres, que los merodeadores blancos se les estaban acercando. Y mi papá se había unido a otros hombres para proteger a la gente negra que estaba allí: las esposas y los niños.
Titular de Tulsa Daily World: Policías estatales a cargo.
Hobart Jarret: Lo siguiente que recuerdo es que vimos un tren con varios vagones y en al menos dos de los vagones había soldados uniformados y eran soldados blancos.
Rosa B. Skinner: Y ellos estaban así, con las escopetas. Por supuesto, yo supe que los iban a asesinar a todos.
Mabel B. Little: Teníamos miedo de que vinieran a matarnos y dijeron: “No, vinimos a ayudarles”. Y querían llevarse a los hombres y dejar a las mujeres y a los niños ahí afuera. Yo hablé: “No, queremos ir con nuestros maridos. Si los van a matar ellos, mátennos juntos a todos”.
Narrador: Durante los disturbios, los hombres negros se armaron para proteger a sus familias. Ahora, los estaban acusando de incitación, llevándolos a la cárcel del condado y etiquetándolos para poder identificarlos.
(ruido del motor de un coche)
(pasos)
Rosa B. Skinner: Y esa noche nacieron bebés, dos o tres… bebés y todo. Mi… tenía amigos cercanos con un bebé recién nacido la noche antes de que comenzaran los disturbios y perdieron a ese bebé durante los disturbios tratando de mantener el paso. Lo tenían en una caja de zapatos, no, en una especie de caja de zapatos. Y ese bebé se les escapó.
Titular de The Black Dispatch: ¡Saqueos! ¡Incendios! ¡Asesinatos!
Titular de Tulsa Daily World: Muertes estimadas en 100: silencio en la ciudad.
Mabel B. Little: Nunca sentí nada, fue tal la conmoción, hasta que, no sé, el Señor me fortaleció. Pero mi esposo estaba… estaba tan frágil, se derrumbó. Dijo: “Amor, hemos perdido todo lo que teníamos”. Yo le dije: “Pero nos tenemos el uno al otro, cariño”.
Titular Tulsa Daily World: Han llamado al jurado para investigar disturbios.
Mabel B. Little: Jamás derramé una lágrima por esa noche, de hecho, nunca me enfadé. Sentí pena por las personas que trataron así a nuestra gente.
Titular de un periódico: El espíritu de las víctimas de Tulsa está intacto.
Narrador: La Cruz Roja reportó que más de 300 personas habían muerto. Los periódicos reportaron casi 100 muertes, pero las autoridades pusieron el número de muertos en 36. Más de 35 cuadras del lado negro de Tulsa quedaron en cenizas. Más de 4 000 personas quedaron sin hogar. Aún así, la mayoría de la gente de Greenwood se negó a irse.
James Homer Johnson: Después de haber destruido a la comunidad negra, la comunidad negra se dispuso a intentar reconstruir. No pudieron obtener materiales de construcción en Tulsa ni en las comunidades vecinas. La mayoría tuvo que importar los ladrillos y el acero con los que reconstruyeron Tulsa, la parte negra de Tulsa, de Arkansas y Kansas.
John Hope Franklin: Mi padre les aconsejó a sus clientes y a otros que construyeran, con cajas de naranjas, con cualquier cosa, para poder… para tener refugio, aun así, hay fotografías del invierno de 1921-1922 de cientos de carpas en donde vivía la gente porque no pudo construir sus edificios.
Mabel B. Little: Sin máquinas, construimos una pequeña casucha y teníamos que cocinar afuera. Lo recuerdo muy bien, cuando llegaba la lluvia teníamos que entrar la comida a la casa y cuando la lluvia terminaba, volver a a salir y encender el fuego porque no teníamos gas o dónde cocinar. Por supuesto que fue un trago amargo.
John Hope Franklin: Cuando la National Negro Business League se reunió en el verano de 1925, unos meses antes de que nos mudáramos a Tulsa, los que visitaron la parte negra de Tulsa la describieron como “una ciudad con determinación que estaba renaciendo”.
Narrador: De las cenizas, la población negra de Tulsa había reconstruido su comunidad, pero bastaba con mirar al otro lado de las vías para recordar que las actitudes raciales de la mayoría de los blancos no habían cambiado.
James Homer Johnson: Jugábamos en el lado este de la fábrica de ladrillos. Los blancos jugaban en el lado oeste de esa colina. Bueno, nos encontrábamos periódicamente y entonces teníamos una pelea. Y… por lo general tenía que ver con llamarnos: “negro” y decir que “no tienen por qué estar acá” y sentíamos que teníamos el mismo derecho que ellos.
Maxine Cissel Horner: Y cuando ibas en bicicleta por uno de esos barrios y alguien te decía, ya sabes: “¿Qué están haciendo estos negros en este barrio?”. Es en esos momentos cuando te enojabas, realmente te enfadaban y… tenías que lidiar con eso. Y al regresar querrías hablar sobre eso, pero si hablabas, sabías que estabas donde no debías y que tus padres te iban a regañar porque ya te habían dicho que no fueras allá.
Mabel B. Little: Entrabas a una tienda a comprar un sombrero. Primero, la vendedora se lo probaba en su cabeza y te preguntaba qué pensabas al respecto. Mi esposo estaba conmigo y yo quería comprar un sombrero y ella me dice: “Pero no se lo puede probar. ¿Lo quiere?”. Le respondo: “No, si no me puedo probar el sombrero, no lo quiero”.
Lucille Thompson: Decidí que les iba a ganar en su propio juego así que empecé a poner pañuelos en el sombrero, les pedía pañuelos desechables para poner en el sombrero y así podérmelo probar porque no tenía mucha grasa en mi pelo, pensé que así resolvería el asunto.
George D. Monroe: Recuerdo una vez que fui al centro. Por suerte tenía dinero en el bolsillo. Iba a las tiendas y no me dejaban probarme un sombrero. Te dejaban saber que si tú estabas ahí ibas a ser el último en ser atendido. Te dejaban saber que no querían tu dinero.
Peaches Littlejohn Wynn: No podíamos comer cuando estábamos en el centro, entonces mi mamá nos decía: “Comamos antes de salir”, si ir de compras iba a ser cosa de todo el día. Recuerdo que podías ir a Kress y si bajabas al sótano podías comer algo de pie junto al mostrador.
Maxine Cissel Horner: Cuando me acerqué al mostrador, me dijeron que tenía que ir al final del mostrador y eso es… veías todos los puestos vacíos, no hay nadie y solo te podían atender, no podías, no podías sentarte. Tenías que estar de pie.
Rosa B. Skinner: Esta segregación, cuando llegaba a donde no me querían atender, no les ponía atención. Me iba y me llevaba a mis hijos.
George D. Monroe: A veces pienso en lo agradable que sería si ese manto de la segregación no me hubiera cubierto toda mi vida, impidiéndome que hiciera algunas de las cosas que quería hacer.
(banda tocando música)
Edward L. Goodwin: Antes de los partidos de fútbol americano tendríamos un desfile por la calle Greenwood y era motivo de mucho orgullo para la gente. Y la gente salía a la calle de los negocios y habría multitudes de gente.
Mable Rice: La comunidad estaría de muy buen ánimo. Multitudes de gente venían a ver el desfile. A los niños les encantaba. Empezaba en la antigua escuela secundaria Booker T. Washington y marchaba hacia Carver, por Greenwood a Carver y ahí es donde se jugaban los partidos de fútbol americano, en el estadio Carver. (silbido). Recuerdo que, durante la guerra, Booker T. tenía... hicimos un bombardero en el campo con los de la banda y nosotras, siendo las majorettes pequeñas, dábamos vueltas y éramos las hélices del bombardero. Empezábamos… apagaban las luces y teníamos luces en las manos. Empezábamos agachadas en el suelo y a medida que marchábamos, despegábamos. Parecía que el bombardero estaba despegando.
(voces, música de banda)
Peaches Littlejohn Wynn: Siempre quise ser una majorette y estar en ese desfile, recuerdo que al llegar a Carver tuve una amiga que, su hermana había sido majorette y ella era una majorette, así que entre las dos le suplicamos al director de la banda que nos dejara hacer parte del desfile, así que fuimos majorettes. (riendo). Pude marchar en un desfile.
Edward L. Goodwin: Mi experiencia en la escuela Booker T. es una que no cambiaría por nada en el mundo. Tuvimos maestros dedicados. Tuvimos maestros que eran leyendas. Había un rico patrimonio y estos maestros no cambiaban. Oías hablar de ellos desde el segundo grado. Sabías de Seymour Williams y luego él te enseñó sabes, 12 años después y eso es mucho tiempo para un niño, era una larga tradición.
Joe R. Burns: Recuerdo a Horace Hughes, uno de los mejores maestros de inglés que puedas tener en cualquier parte. Era negro. Lo he visto entrar al salón de clase, caminar a la parte de atrás y luego empezar a señalar niños y a pedirles que recitaran a Shakespeare. A todos nos dieron 150 versos de poesía para aprender. A todos nos dieron 25 o 30 citas de Shakespeare, Byron y todos, Keats y todos los… Shelley y los demás. Y si te pedía la línea, él te daba la primera línea y tu tenías que darle la siguiente línea y terminar la cita. Y todavía las recuerdo. Así de buenos eran. Como: “¡La culpa, querido Brutus, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos ser inferiores!”. Shakespeare. Así es como Horace quería que lo hicieras, ¿sabes?
Maxine Cissel Horner: No recuerdo a nadie que saliera de la secundaria que no supiera leer y recuerdo que muchos de los graduados tomaron ese diploma de la escuela Booker T. Washington y se fueron. Podían competir y hacer cualquier cosa y lo hicieron bien.
Bertha A. Mcintyre: Cuando yo fui a la antigua escuela de Booker T. no teníamos libros sobre la historia negra. Um... Dos de nuestros maestros, A.J. Lee y Bess Roberts, tuvieron que idearse un libro de texto para que lo usáramos y pudiéramos aprender cosas acerca de nosotros.
John Hope Franklin: Mientras estuve en la escuela Booker T. Washington y siempre y cuando la gente nos estuviera diciendo que nos estaba yendo bien y que todo estaba bien, excelente y maravilloso, entonces sentía que así era. Pero en una ocasión en que necesitábamos un órgano, creo que para usarlo en una interpretación musical que estábamos ofreciendo, planeamos un programa en la secundaria Central High School y nos dieron permiso de hacerlo. La escuela Central High School era una estructura imponente, una cuadra de largo y una cuadra de ancho, cubría toda una cuadra de la ciudad. Y dije: “Así que esto es lo que tienen ellos, comparado a lo que tengo yo”, y me di cuenta entonces de que me impedían el acceso a una oportunidad y esto era, desde mi punto de vista, no solo malintencionado, sino cargado de prejuicio.
Mable Rice: Lo primero que puedo recordar de la noche en que estalló la guerra o que la noticia llegó por la radio, recuerdo a mi madre decir: “Estamos en guerra”. Y yo dije: “¿Qué quiere decir eso?”. Ella dijo: “Bueno, EE. UU. está involucrado en una guerra”. Y en mi mente pensé que significaba que la guerra estaría en Greenwood al día siguiente. Tenía siete años y pensé que estaría ahí. Y recuerdo que empaqué la maleta de mi muñeca, preparé sánduches de mantequilla de maní y empaqué una maleta porque lo único que sabía sobre la guerra era que la gente se moría de hambre.
Cantante:
♪ Sigue navegando
Navegando, niña,
navegando ♪
Joe R. Burns: Durante la Segunda Guerra Mundial, después de llegar a Australia, de aterrizar, nos tomó 21 días llegar allá y cada dos o tres días, uno de los oficiales blancos, esto era cuando había un ejército negro y uno blanco. Todos los soldados y los suboficiales eran negros y los blancos… todos los oficiales eran blancos. Era lo que llamábamos dos ejércitos. (se aclara la garganta). Y tendrían sesiones para decirnos: “Ahora, vamos a ir a un país de solo blancos”. Australia era considerado un país de solo blancos. “Si quieren que vayan a la puerta de atrás para servirles, no se emocionen, vayan a la puerta de atrás. Vinimos aquí como sus amigos. No queremos venir acá a decirles qué hacer”. Nosotros escuchábamos.
(disparos y explosiones)
Cantante: ♪ Pero no puedes cuando voy a casa ♪
(canción continúa)
Cantante:
♪ Tengo a alguien allá
Que te hará dejarme en paz ♪
Titular del New York Star News: EE. UU. obliga a Gran Bretaña a las tropas de Jim Crow.
Titular de un periódico: Enfermeras segregadas hasta en los campos de prisioneros.
Texto de una caricatura: ¿Vale la pena pelear por esto?
Cantante:
♪ Te daré todo mi amor
¿Qué más puede hacer
un buen hombre? ♪
Joe R. Burns: Los oficiales blancos salían y daban estos discursos y todo lo que les decían, los australianos blancos venían a contarnos, que los oficiales blancos les dijeron que teníamos rabos, que teníamos tendencia a ser violentos, que llevábamos cuchillos y pistolas y que podríamos lastimar a sus niños. (se ríe). Cualquier cosa para que nos tuvieran miedo. Pero no funcionó.
(bocina de un barco)
(voces de fondo)
Joe R. Burns: Cuando volví a Tulsa después de pasar 32 meses en el Pacífico con el… el general MacArthur, había pasado de sargento primero a primer teniente. Pero cuando llegué a Fort Smith en Arkansas querían segregarme de los otros oficiales blancos y de los soldados blancos en el grupo. Así que lo aceptamos porque yo estaba camino a Tulsa a ver a mi esposa y no tenía tiempo para luchar contra la segregación. Pero una vez volví a Tulsa, tomé la decisión de que iba a enfrentarla donde la encontrara y la iba a atacar donde la encontrara; y eso es lo que hice.
Mable Rice: Fue después de esa época que empecé a cuestionarlo porque sabía que estos hombres habían ido a luchar por la libertad, supuestamente. Comenzó a abrirme los ojos para prestarle atención a cosas como montar en la parte de atrás del autobús. Empecé a preguntarme: “¿por qué? ¿Por qué no podíamos comer en Kress? ¿Por qué teníamos que ir al final del mostrador sin poder sentarnos?”.
James Homer Johnson: Solo empecé a cuestionarlo después de una conferencia en Howard University. Surgió la pregunta: “Bueno, pago lo mismo por montar en el tren y pago lo mismo por montar en el bus. ¿Por qué tengo que montar en la parte de atrás del bus? ¿Por qué tengo que buscar un baño, si no hay un baño en la estación de buses? ¿Por qué tengo que salir a buscar un arbusto o un lugar donde los de color puedan usar el baño?”. No fue sino hasta ese momento que empecé a cuestionarlo: “¿Por qué existe esto?”.
(bocinas de autos)
(pasos)
Narrador: Después de la guerra, en Tulsa y en todo el país, estaban retando a los estadounidenses blancos a poner fin a la segregación. Muy lentamente, se estaban abriendo puertas a la fuerza en la educación y en los negocios.
Joe R. Burns: Yo estaba bien contento de ser el primer empleado negro en la Oficina de Correos de Tulsa. Cuando entré, un hombre llamado… un hombre blanco llamado Steve Metheny me dijo, (tartamudeando), “¿Cuál es su propósito?”. Dije: “Vine hoy aquí a… a trabajar como empleado del correo”. Él dijo: “No contratamos empleados de correo negros. Solo contratamos carteros negros”. Y le dije: “Bueno, vengo a ser empleado. Voy a esperar a que venga el jefe de la Oficina de Correos y él le va a explicar”. Así que me senté y unos minutos después, el jefe de Correos entró. Se me acercó, me dio la mano y me dijo: “Hola Joe, gusto de verte”. Y me acompañó a donde Steve Metheny y dijo: “Este es Joe Burns y va a ser nuestro primer empleado negro así que póngalo en la rotación”.
James Homer Johnson: Antes de 1955, no hubo grupos negros de limpieza de calles que trabajaran en una zona fuera de la comunidad negra, pero alrededor de esta época en particular, asignaron a un grupo de solo negros a trabajar en la zona al este de Lewis, que era toda blanca. Y yo era parte de ese grupo y aunque tuvimos buenos momentos, hubo muchos momentos hostiles durante ese período de tiempo en particular en donde nos acusaron de todo: de acosar mujeres blancas, de hacer gestos obscenos y nunca demostraron que tuvieran alguna validez.
Peaches Littlejohn Wynn: Cuando tomé la decisión de ir a la escuela Central, no queríamos contarle a nadie que iba a ir y la razón era que no queríamos causar confusión, conmoción o algún problema por el hecho de ir allá, como que los medios se involucraran. Tuve un maestro de química que, cada vez que iba a clase, durante la primera semana, las primeras semanas, él hacía referencia a: “Oh, eres de Little Rock, ¿verdad?”. Y yo decía: “No, yo no soy de Little Rock”. Era como… yo creía que me habían aceptado y él estaba recalcando que aquí hay una persona negra en el salón de clase. Y al decir “Little Rock”, él estaba… Little Rock tuvo problemas con la integración. Y solo referirse a eso era mencionar algo que era negativo.
Pancarta en un carro: Último Viaje por Jim Crow. Vote “Sí” el 7 de abril.
Pancarta en una protesta: ¿Qué hay que hacer para recibir una invitación a almorzar?
Pancarta en una protesta: NAACP es un equipo completamente estadounidense.
Maxine Cissel Horner: Recuerdo una historia graciosa sobre mi hijo cuando marchamos aquí en Tulsa. Estábamos… estábamos boicoteando diferentes restaurantes y en esa época, había un Borden's en… por la calle 36 Norte. Ahí estaba ubicado en esa época. Era el primer centro comercial. Se llamaba el Northland Shopping Center. Y el… mi hijo me dijo, era pequeño y solíamos pararnos afuera de Borden's durante el boicot y finalmente tuvimos la oportunidad de comer adentro. Y estuvimos en fila y llegamos a la mesa y todo y él dice: “¿Por esto estábamos marchando y boicoteando?”. Y yo le dije: “Bueno, por el derecho a ir a donde quieras y de comer a donde quieras….”. Él dijo: “Estas papas están horribles. Ni siquiera sé por qué querías venir aquí”. (se ríe)
John Hope Franklin: Cuando estaba enseñando en una escuela estatal, una universidad estatal en Carolina del Norte, uno de los distinguidos profesores de Duke me preguntó si era cierto que me oponía a la segregación. Y dije: “Sí”. Él dijo: “Pero no entiendo cómo se puede oponer porque si usted tiene éxito oponiéndose a la segregación quiere decir que su escuela cerrará y se quedará sin trabajo”. Eso siempre entra a la mente de las personas que tienen esta visión de que no hay nada bueno en la comunidad negra y que todo es bueno en la comunidad blanca. Y mientras que tengan ese tipo de visión: malvada, inconexa y distorsionada de la vida, donde todo lo bueno está de un lado y todo lo malo del otro, entonces no puede haber una integración sana.
Narrador: Irónicamente, Greenwood, a la que habían construido de cara al odio racial, sobreviviendo la total destrucción; no sobreviviría la integración.
James O. Goodwin: Con el inicio de la integración, muchos de los hijos de los dueños de los negocios abandonaron Tulsa y se fueron a Chicago, California, Nueva York, Denver, en busca de su propia vida, de una vida nueva.
Mable Rice: Creo que comenzamos a pasar por Greenwood y a ir derecho a la zona sur de Tulsa para... recuerdo largos períodos de tiempo en que no íbamos a Greenwood para nada porque recuerdo que me sorprendió cómo se había deteriorado cuando empecé a trabajar de nuevo en la zona de Greenwood.
Maxine Cissel Horner: Y verías que los negocios se estaban deteriorando porque no estábamos apoyando a los negocios y la gente mayor los abandonó, sabes, y… o se desplazaron a otras partes de la ciudad.
Joe R. Burns: La integración ayudó a poner fin a Greenwood y por supuesto, cuando rediseñaron las autopistas, como lo hacen la mayor parte del tiempo en estas ciudades de Estados Unidos, siempre las diseñan de tal manera que la autopista atraviesa la sección principal de la comunidad negra.
John Hope Franklin: Lo mismo le pasó a la comunidad negra de Tulsa que le pasó a la comunidad negra de Nashville, Tennessee, que le pasó a la comunidad negra de Raleigh-Durham en Carolina del Norte, que le pasó a la comunidad negra de Nueva Orleans en Luisiana. Aquí vienen las autopistas interestatales rugiendo, atravesando la comunidad negra, causando estragos, destruyendo las calles, destruyendo los establecimientos comerciales y nunca se recuperaron del todo. Nunca se recuperaron del todo.
Cantante: ♪ Voy de regreso a Tulsa ♪
Hobart Jarret: Greenwood fue un lugar en donde he vivido que me dio un sentido de relación comunitaria con los de arriba, los de abajo y los del medio y todos se mezclaban.
Mable Rice: Por toda la calle había personas que sabían quiénes éramos y sabían lo que debíamos estar haciendo y lo que no debíamos estar haciendo.
Maxine Cissel Horner: Teníamos buenos modelos a seguir en la comunidad, buenas personas formándonos y enseñándonos.
Edward L. Goodwin: Ojalá algunos de estos niños pudieran vivir lo que nosotros vivimos, esto de estar juntos y de depender unos de otros, la hermandad que teníamos.
Joe R. Burns: Siempre nos decían que la oportunidad se presentaría en el futuro. No se preocupen por eso, aparecerán.
John Hope Franklin: Había un sentido de respeto por uno mismo y de autoestima y la impresión de que nuestro color no tenía nada que ver con no ser tan bueno como los otros.
Mabel B. Little: La segregación hizo que la comunidad negra cuidara de sí misma, fuera independiente, montara negocios, capacitara a sus hijos, construyera sus propias universidades y escuelas, y construyera sus hogares. La integración… separó.
James O. Goodwin: No creo que la segregación racial sea algo bueno de la experiencia estadounidense, así que, en ese sentido, no, no estábamos mejor. Pero en muchos aspectos, la calidad de nuestras vidas era mejor en los días de la segregación y el reto actual es hacer que sea tan buena o mejor.
Cantante:
Y si vienes mañana a Greenwood
Cantaré más de este blues ♪
Charles Bate, M.D.: Me gusta contar la historia de alguien que vino a mi oficina y pagó dos dólares y yo bajé al café Busy Bee a comer y pagué 90 centavos y la chica de Busy Bee fue a McGarry's y compró una manguera, McGarry's fue a la farmacia Bowser's a comprar aspirina, Bowser's fue a McKay's a que le plancharan los pantalones, de ahí el hombre fue a donde un dentista negro y todo adentro de una cuadra y media. Un dólar cambió de manos 12 o 13 veces en la misma comunidad. Pero ahora, por la integración, todo se esfuma de la comunidad negra. Allá, no tenemos nada. Allá, ya no se consigue ni un carrete de hilo. Así que tenemos integración y degeneración… y degradación y todas las otras “ciones” que quieras agregar.