Narración: En la primavera de 1939, Marian Anderson era una de las artistas más famosas del mundo, conocida como La Voz del Siglo. Ensayar a la sombra del Monumento a Lincoln era lo único que podía hacer para controlar sus nervios. En pocas horas, Anderson daría un concierto gratuito a cientos de miles de espectadores y a millones más escuchando la radio de costa a costa. Nada de esto había dependido de ella.
Leslie Ureña, conservadora adjunta, National Portrait Gallery: Llamó a su mánager la noche anterior y le dijo: “¿Tengo que seguir adelante con esto?”.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Cargaba un simbolismo político y social en formas ajenas a su control.
Allida Black, historiadora: Supo tan pronto se puso de pie ante Lincoln que este momento la definiría por el resto de su vida.
Narración: El racismo ensombreció todo aspecto de la vida de Anderson. Unos meses antes, una organización llamada las Hijas de la Revolución Americana (DAR) le había negado la entrada a la única sala de conciertos de ese nivel en Washington. A Anderson la habían excluido debido a su raza muchas veces, en muchos lugares. Pero esta vez, grupos de derechos civiles, iglesias e incluso la primera dama Eleanor Roosevelt se habían reunido para defender sus derechos. Todo había llevado a este momento, una manifestación sin precedentes por la libertad y la igualdad, en el corazón de la capital de la nación.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Anderson tiene un encanto que cruza las líneas de edad y color de piel. Esta mujer, lo quiera o no, es perfecta para recalcar lo absurdos que son los códigos raciales estadounidenses.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Había trabajado muy duro para ser reconocida como artista. Y sabía que esto la convertiría en una figura política. Y claramente eso no era lo que ella quería. Pero también entendió lo que podía hacer con este poder. Empezaba a formar parte de algo que era mucho más grande que ella misma.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: El movimiento por los derechos civiles no empezó en 1954-1955. La lucha ya estaba en marcha. Llevaban décadas luchando, presionando, mejorando.
Pancartas en la manifestación: Lucha contra la brutalidad policial.
Pancartas en la manifestación: Sigan al presidente. Prohíban los linchamientos.
Kira Thurman, historiadora: Si pensamos en el movimiento por los derechos civiles, primero vienen a la mente los hombres afroamericanos. Marian Anderson es un caso atípico.
Angela Brown, cantante de ópera: Se convirtió en un ícono político y en la imagen del movimiento. Y eso fue algo que nunca pudo dejar de ser.
(Campanazos)
Narración: Marian Anderson había sabido lo que quería de la vida desde que era niña. “Me interesaba tanto la música”, dijo, “que las otras cosas no me importaban mucho”. Así que cuando, a los 17 años, entró al vestíbulo de la Academia de Música de Filadelfia en 1914 a esperar su turno para completar una solicitud, estaba a punto de cumplir su más preciado sueño. Si la academia la aceptaba, Anderson podría comenzar una educación musical formal: lecciones de canto, idiomas, actuación y teoría musical. Sería un sueño hecho realidad.
Narración: Anderson era conocida entre la comunidad negra de Filadelfia desde que había ingresado al coro Union Baptist al cumplir seis años: la bebé contralto la llamaban.
Coro:
♪ Mi Señor
Qué mañana
Mi Señor
Qué mañana ♪
Angela Brown, cantante de ópera: Cantaba muchos espirituales, himnos, los grandes himnos de la iglesia. Union Baptist era uno de esos lugares donde un negro, una persona negra podía ir y escuchar música religiosa y sagrada de alta calidad. Así fue metiéndose en el tema desde pequeña.
Coro: ♪ Empiezan a Caer ♪
Narración: Pero Marian Anderson era una candidata poco común para la academia de música. Tuvo que abandonar la escuela a los 12 años cuando su padre murió en un accidente de trabajo. Su familia se sumió en la pobreza.
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: El fallecimiento de su padre trastornó su mundo. Su madre tuvo que aceptar varios trabajos para mantener a sus tres hijas. El sacrificio y el amor de su madre permanecieron con Marian Anderson por el resto de su vida.
Narración: Mientras su madre trabajaba en una fábrica de tabaco, Marian crio a sus dos hermanas menores trabajando ocasionalmente para ayudar con las finanzas. Union Baptist se convirtió en su refugio. Fue ahí, en un concierto nocturno, que Anderson vio y escuchó por primera vez al mejor tenor negro de Estados Unidos: Roland Hayes.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Roland Hayes era lo que Anderson aspiraba a ser y él reconoció que Anderson era más que la estudiante con la mejor voz del coro de la iglesia. Se convirtió en un verdadero mentor.
Narración: Hayes le ofreció apoyo y consejo, pero no pudo cambiar la realidad financiera de la vida de Anderson. Amigos y seguidores podían ver que su futuro se extinguía lentamente. Así que siendo Anderson una adolescente, la congregación de la iglesia Union Baptist hizo la primera de muchas colectas para la joven que llamaban: nuestra Marian.
Angela Brown, cantante de ópera: Siempre hay un carnero en el arbusto. Tenía benefactores que no eran ricos, pero tenían una gran riqueza en el corazón.
Narración: Cuando Anderson cumplió 17 años, la comunidad negra de Filadelfia había recaudado dinero suficiente para que ella finalmente empezara la secundaria y estudiara en la Academia de Música de Filadelfia. Pero cuando llegó el momento de presentar la solicitud, Anderson esperó todo el día en el vestíbulo viendo a las chicas blancas pasarle por junto.
Angela Brown, cantante de ópera: Cuando ya todos se habían ido, una chica blanca le dice: “y ¿usted qué quiere?”. Y ella dice: “Quiero aplicar a la escuela. He venido a que me den información”. Y ella le dijo: “No aceptamos personas de color”.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: La mayoría de las personas negras conocidas por todos tienen una historia sobre su primer encuentro con el racismo de Jim Crow. Y normalmente coincide con la llegada de la mayoría de edad, porque de alguna manera es la historia de la mayoría de edad.
Marian Anderson, dramatización: No sé cómo salí de ese lugar y volví a casa. Tal vez hubiera sido mejor si mi madre me hubiera dicho cuando era pequeña el tipo de cosas que te podían pasar por ser negro. Todos mis sueños se hicieron añicos en mi cabeza.
(Niños jugando)
Narración: Desde la muerte de su padre, Anderson había visto a su madre enfrentar las dificultades con dignidad e inquebrantable determinación. “Madre tenía una fortaleza extraordinaria”. Marian había heredado algunas de esas cualidades. Semanas después del duro golpe en la academia de música, Anderson comenzó a tomar lecciones de canto con un maestro del barrio; y luego la secundaria. En sus horas libres aprendió a tocar piano y cantó para casi todos los grupos de mujeres, de la iglesia y en los clubes sociales de Filadelfia.
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: Tuvo que reorganizarse. En muchos sentidos, aprendió a ser ingeniosa. Encontró la manera, como dicen los abuelos.
Narración: A pesar de su talento y ambición, Anderson no había podido avanzar más allá de su comunidad en Filadelfia. Así que cuando la joven de 24 años fue invitada a cantar en Chicago en 1919 en la primera reunión de la Asociación Nacional de Músicos Negros, ella aprovechó la oportunidad. Pero ese verano fue una época peligrosa para una mujer negra viajando por el país. Solo en el mes de julio, hubo disturbios mortales en Washington, Nueva York, Norfolk, Virginia y en una docena más de ciudades.
Titular del periódico The Afroamerican: 54 víctimas de disturbios en Washington.
Titular de un periódico: Soldados aterrorizan a gente de color.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: El verano de 1919 es la cumbre de uno de los años más violentos en la historia de EE. UU. Hubo disturbios que se extendieron por toda la nación. No solo hubo disturbios en el Sur. Tanto la segregación como el espíritu de Jim Crow adquieren alcance nacional, pero también el compromiso a reforzarlos y a defenderlos usando violencia terrorista es nacional.
Titular del periódico The Pittsburg Weekly Readlight: Muchedumbre ahorcó al alcalde de Omaha.
Narración: Jim Crow estaba siguiendo la Gran Migración hacia el norte y ambos habían aterrizado en Chicago. (sonido de bocinas). En tan solo dos años, se estima que 50 000 personas negras llegaron a Chicago, casi duplicando la población afroamericana. Los recién llegados se apiñaron nerviosamente junto al enorme influjo de inmigrantes que huían del sur y el este de Europa.
Narración: Esos inmigrantes europeos estaban divididos por la religión, el idioma y el origen étnico. Pero tenían una cosa en común: antipatía hacia la población negra. Los negocios se aprovecharon de las tensiones raciales utilizando con frecuencia trabajadores negros para pagar salarios más bajos y romper las huelgas.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Marian Anderson viaja al Chicago de 1919 que es básicamente un barril de pólvora. Y hay muchas de las mismas condiciones que verás en ciudades de todo el país. Hay presión sobre la vivienda. Hay competencia por los puestos de trabajo. Hay soldados regresando a casa: blancos y negros. Los soldados negros están enojados por su experiencia en la Primera Guerra Mundial y convencidos de que se han ganado sus plenos derechos de ciudadanía y los soldados blancos están decididos a evitar que los afroamericanos actúen acorde a esas convicciones.
(Gaviotas gaznando)
Narración: En la tarde del 27 de julio, Eugene Williams, un niño de 14 años, fue asesinado cuando su balsa quedó a la deriva en la sección blanca de una playa en la Calle 29. Un policía se negó a arrestar a su agresor. Estallaron peleas entre observadores blancos y negros. Mientras Anderson estaba en el Chicago Musical College alistándose para la presentación más importante de su vida, la creciente ola de violencia racial la envolvió.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Había multitudes violentas recorriendo los barrios negros, circulaban rumores de que la violencia estaba en toda la ciudad, cuerpos acribillados a balazos o quemados… nadie estaba seguro de todo lo que sucedía, pero sabían que era malo.
Narración: En solo cinco días, 23 afroamericanos y 15 blancos fueron asesinados en Chicago, y 500 personas resultaron heridas. La Asociación Nacional de Músicos Negros no se dejaría disuadir; el concierto tuvo que posponerse y trasladarse a un salón abarrotado del YMCA, pero el primero de agosto de 1919, Marian Anderson debutó en un momento extraordinario.
(Marian Anderson canta en alemán Bach Erbarme Dich)
(Marian Anderson cantando en alemán)
(Marian Anderson continúa cantando)
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Una de las cosas que el arte siempre ha logrado, especialmente en las comunidades afroamericanas, es encontrar un lenguaje de trascendencia… en la desesperanza. (continúa cantando). Porque en el momento en que sueltas eso, ¿qué te queda? Estás perdido.
(Termina la canción)
(Multitud charlando)
Narración: El recuerdo del Verano Rojo seguía en la mente de la gente el Día de los Caídos de 1922, cuando funcionarios de Washington se reunieron para dedicar el nuevo Monumento a Lincoln. Habían invitado a unos pocos afroamericanos: abogados, profesores y otros dignatarios, pero muchos se marcharon cuando se dieron cuenta de que los estaban moviendo a una zona segregada, en la parte de atrás, entre tierra y maleza.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: El hecho de que la dedicación del Monumento a Lincoln fuera segregada nos sorprende, hasta que consideramos ese momento de la historia y cómo era Washington D.C. La otra cara de la violencia de 1919, cuando se redobló el compromiso con la supremacía blanca, era una segregación tan profundamente arraigada que era difícil imaginar cómo destruirla.
Narración: 57 años después del final de la Guerra Civil, los afroamericanos todavía veneraban a Lincoln. Pero con el tiempo, los estadounidenses blancos crearon un recuerdo muy diferente de Lincoln y de la propia Guerra Civil.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Para 1922, la narrativa de la Guerra Civil como una ruptura trágica entre hombres blancos en la que los esclavos no tienen un papel principal… está firmemente arraigada. Llegará al punto en que la gente dirá que la Guerra Civil nunca se trató de la esclavitud. Y entonces Lincoln como el Gran Emancipador desaparece de la narrativa.
Titular de un periódico: Simulacro de ideal de Lincoln en el Monumento.
Narración: “Lincoln pasará a la historia no por haber liberado a los hombres de la esclavitud”, le dijo el presidente Harding al público, “sino por haber mantenido intacta la Unión”. Al borrar la emancipación, la veneración a Lincoln podía cuadrar con la subyugación de la población negra. Esa tarde, el único orador afroamericano fue el Dr. Robert Moton, presidente del Instituto Tuskegee. “Este monumento no es más que una falsa burla”, escribió Moton en el borrador de su discurso, “un símbolo de hipocresía, a menos que hagamos realidad en nuestra nación las cosas por las que él murió”. Pero los organizadores censuraron el borrador de Moton. Lo que quedó fue un tributo soso a Lincoln.
(Banda toca My Country, 'Tis Of Thee)
Narración: Cuando terminó la ceremonia, la Banda de la Marina de EE. UU. tocó My Country, 'Tis of Thee y la multitud comenzó a alejarse.
Narración: La prensa negra estaba indignada por la dedicación y por esta versión de la historia. El Chicago Defender les urgió a los afroamericanos boicotear el Monumento: “Pasen por alto el santuario”, aconsejó, “más adelante, lo dedicaremos como si acabara de abrir”.
Narración: Después de la desgarradora experiencia en Chicago, Anderson hizo una serie de giras cortas de conciertos por la parte superior del Sur viajando con un acompañante, en un circuito de universidades, teatros e iglesias, históricamente negras.
Kira Thurman, historiadora: Olvidamos, o quizás no sabemos, que había comunidades negras muy dinámicas en torno a la música clásica y que había orquestas sinfónicas negras, cuartetos de cuerda negros y que la gente organizaba funciones de ópera con públicos negros y con solo músicos negros.
Lucy Caplan, historiadora cultural: No ganaban mucho dinero. Pero al mismo tiempo, los públicos en estos lugares los recibían calurosamente y los trataban con mucho respeto y dedicación.
Sharon Vriend Robinette, historiadora: La música fue su refugio. Así que, en cierto nivel, la protegió. Pero también era alguien que tomaba riesgos. Tenía que mantenerse a sí misma y a su familia en una época en que había dos sistemas legales, dos sistemas políticos, y segregación y violencia extrema en contra de la población afroamericana.
Kira Thurman, historiadora: Le daban palizas a la gente en la calle; había linchamientos y violaciones constantemente en los años 20 y 30. La primera vez yendo al Sur, no pudo dormir porque había oído historias sobre pasajeros blancos que venían a la sección afroamericana del tren y echaban a los pasajeros del tren. Y le aterraba que eso pudiera pasarle.
(Campanazos)
Angela Brown, cantante de ópera: Al principio, en las giras, cuando viajaba por tren, los vagones estaban sucios, no tenían baño y no tenían acceso a comida. Fueron tiempos difíciles.
(Suena la bocina del tren)
(Campanazos)
Narración: Si Anderson iba algún día a dejar atrás este penoso circuito, necesitaría formación profesional. A pesar de su deslumbrante y hermosa voz, Anderson sabía que no podía darle vida a la música de la forma en que lo hacía su ídolo: Roland Hayes.
(Hayes cantando en alemán Du bist die Ruh)
Marian Anderson, dramatización: Roland Hayes cantaba de manera convincente y con tal belleza que cada canción tenía una imagen, ya fuera en alemán, francés o italiano. (Hayes cantando en alemán.) Podía ser una persona angustiada o salvaje o algo por el estilo o alguna otra cosa; lo hacía con tal delicadeza. Sabías de inmediato lo que te quería transmitir. (Hayes continúa cantando).
(Termina la canción)
Lucy Caplan, historiadora cultural: A ella no le interesaba el espectáculo o el glamur. Y esta música, el lied alemán tiene mucho que ver con la interioridad y con uno mismo, realmente encaja con su personalidad.
Narración: Le costó trabajo persuadir a Giuseppe Boghetti para que le concediera una audición; era uno de los maestros de canto más ocupados del noreste. Anderson se convirtió rápidamente en su mejor alumna. Juntos trabajaron en su proyección vocal, agilidad y equilibrio. Boghetti también la introdujo a los idiomas que un intérprete clásico necesita, con una evidente excepción: Anderson no aprendió ni una palabra de alemán, el idioma del lied que esperaba dominar. No todo en la vida era trabajo. Algunas tardes, un joven alto y de piel morena pasaba por la casa de Anderson. Él y Marian escuchaban discos en su Victrola. Orpheus Fisher venía de una familia pudiente y estaba estudiando para ser arquitecto. “Me causó interés que él estuviera interesado”, recordaba Anderson. Pero luego Orpheus sorprendió a Marian.
Marian Anderson, dramatización: Llegó un día y me preguntó si huiría con él para casarnos. Bueno, la sola idea me causó terror. Y sabía que hay cosas que la gente espera cuando se casa. Y podía ver que tendría que renunciar a mi trabajo. Y no estaba dispuesta a hacerlo.
Sharon Vriend Robinette, historiadora: Tuvo la oportunidad de ser la esposa de un exitoso arquitecto o de arriesgarse y convertirse en cantante profesional. Y en ese momento, eso no era seguro.
Kira Thurman, historiadora: Ella estaba enamorada de Orpheus Fisher y podría haber imaginado establecerse con él, tal vez tener hijos. Pero tomó la decisión de dedicarse a su carrera en un mundo hostil hacia las mujeres negras.
Narración: En el otoño de 1923, la carrera de Anderson parecía alcanzar un momento crítico. Giras de conciertos más largas; honorarios más altos. Y lo más emocionante, había recibido una invitación de la Victor Talking Machine Company. Hacía veinte años, los fonógrafos habían sido una simple novedad; una grabación podría vender unas cuantas docenas de copias. Pero eso cambió en 1904 cuando Victor grabó al tenor italiano Enrico Caruso cantando lo que llamaban “música de alta calidad”.
(Enrico Caruso cantando en italiano Vesti la giubba)
Narración: Tres años después, Caruso vendería un millón de copias de una sola aria. Victor era una de las compañías más grandes del mundo y la ópera se popularizó.
(Termina Vesti la giubba)
Lucy Caplan, historiadora cultural: La idea de poder poner la grabación de un buen artista en tu casa era completamente novedosa. La música clásica y sus artistas se volvieron mucho más populares. Es una verdadera transformación. Se vuelve parte de la cultura de masas.
Narración: A principios de los años veinte, las compañías discográficas estaban popularizando nuevos estilos de música y dirigiéndose a mercados específicos, incluyendo grupos raciales y étnicos. El Departamento de Artistas y Repertorio de Victor se emocionó al oír de una interesante cantante negra. El 10 de diciembre de 1923, Marian Anderson entró al estudio de grabación en la sede de Victor en Nueva Jersey y se posicionó frente a una bocina de metal rodeada de la pequeña orquesta.
Marian Anderson cantando:
♪ Río Profundo
Mi casa está allá... ♪
Narración: Anderson siempre cantaba en sus conciertos un grupo de los denominados espirituales negros, arreglos de canciones religiosas hechos por compositores negros, que habían dado consuelo a sus antepasados. Nunca los había grabado un sello discográfico estadounidense importante.
Kira Thurman, historiadora: Lo que hizo Marian Anderson, junto con Roland Hayes en los años veinte y treinta, fue popularizar los espirituales afroamericanos y llevarlos a los públicos blancos. En una época en que menospreciaban a las mujeres negras y a los músicos negros, ella argumentó, una y otra vez, que valía la pena celebrar la música afroamericana y que era tan sublime como la música de Beethoven o Mozart.
Marian Anderson cantando: ♪ En lo profundo... ♪
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: Se dedicó de lleno a trasladar la dignidad de un pueblo al escenario de un concierto. (Anderson cantando). Este era el sonido y el eco de un pasado rural y esclavo: seguro de sí mismo, fuerte y creativo; un reflejo del pueblo mismo. Marian Anderson desafió y amplió las ideas de cómo se veían y sonaban las almas del pueblo negro.
(Anderson cantando)
Narración: Tres meses después de la sesión de grabación, salió el primer disco de Anderson. Fue aclamada por la prensa negra como la mejor contralto negra de su generación y llenó el Renaissance Dance Hall en Harlem. Esta era la cumbre del entretenimiento negro, pero Anderson quería más. “Había llegado la hora de jugársela en otros teatros”. Las probabilidades de que un artista afroamericano fuera popular entre una variedad de públicos eran mínimas, pero eso era exactamente lo que Anderson tenía en mente.
Le apostó a un concierto en el Ayuntamiento de Nueva York en abril. En lo que respecta a la prensa blanca, este sería su primer concierto. Tan pronto como Anderson comenzó a ensayar un programa muy ambicioso, llegó la noticia de que Orpheus se había casado con otra mujer. Anderson había rechazado a Orpheus todos estos años, aun así, la noticia dolía; su nueva novia no solo era rica, también era blanca. La piel pálida de Orpheus le permitió pasar por blanco. De cara a sus propios retos como arquitecto principiante, eso es lo que decidió hacer. Al menos en la superficie, como siempre, Anderson hizo a un lado el dolor. “Él tenía su vida”, dijo, “y yo la mía”. (motores de autos). Anderson se dedicó a ensayar para el concierto. El promotor reportó que las entradas se estaban agotando y Boghetti calmó sus nervios con respecto a las 4 canciones alemanas que iba a cantar.
Marian Anderson, dramatización: Estoy segura de que no sabía ni una palabra de alemán. Ahora, lo complicado es que los acentos van en los lugares equivocados. Sin embargo, el señor Boghetti me hizo creer que no estaba nada mal, de hecho, dijo que estaba bien.
Narración: En la noche del 10 de abril de 1924, Anderson subió al escenario para su debut en Nueva York. “Me sentí como una diva”, dijo.
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: Le habían mentido diciendo que el concierto se había vendido por completo y que finalmente haría su debut en un teatro lleno de gente. Definitivamente no estaba lleno.
Narración: Anderson quedó anonadada. “Todo el entusiasmo que había acumulado se esfumó”, recordaba. El verdadero problema vino cuando cantó en alemán. “La señorita Anderson reveló la triste falta de comprensión de los significados más profundos en las letras y de la interpretación del lied”, escribió un crítico. “Debería dedicar más tiempo a estudiar”, escribió otro, “y menos al escenario”.
Angela Brown, cantante de ópera: Estaba acostumbrada a los elogios. En todos los demás lugares en donde había cantado, los errores de gramática, de la respiración o la dicción se los habían perdonado. Pero en la ciudad de Nueva York, en el Ayuntamiento estaba bajo la mira y los críticos la desacreditaron por completo.
Narración: Durante 12 años, Anderson había luchado para superar el obstáculo que una escuela de música de Filadelfia le había puesto con desinterés en el camino. Le habían negado la oportunidad de estudiar música y ninguna cantidad de talento o dedicación podía ocultar ese hecho. Se retiró del mundo de la música.
Marian Anderson, dramatización: No quería ver música. No quería oírla. Estaba segura de que elegiría algo diferente como mi nueva meta.
Narración: El aislamiento de Anderson duró meses, hasta que la baja autoestima dio paso a un descubrimiento. “La música era algo que tenía que hacer”, dijo. No me dejaba descansar. Su regreso a la rutina de las pequeñas giras convenció a Anderson de que su futuro estaba en otro sitio.
(Suena la bocina de un barco)
Narración: En la noche del 22 de octubre de 1927, Marian Anderson recogió sus maletas, se dirigió a los muelles al oeste de Manhattan y abordó el Ile de France camino a Inglaterra y a un renacer.
Kira Thurman, historiadora: Si seguía adelante en Estados Unidos, solo tendría acceso a ciertos salones de concierto, maestros y públicos.
Titular de un periódico: Los franceses ahora quieren músicos de color de Estados Unidos.
Kira Thurman, historiadora: Ya comenzaba a ver el éxito de otros músicos afroamericanos en Europa. Roland Hayes ya estaba allá y en 1924 estaba ganando alrededor de USD $100 000 al año. ¿Por qué no ir?
Angela Brown, cantante de ópera: La falta de una educación musical la acechaba, pensaba que no era suficientemente buena, que no podía hablar bien otros idiomas y que no sabía todo lo que sabían sus compañeros blancos. Decidió educarse donde una persona negra podría sobresalir.
Narración: El viaje de Anderson comenzó con algunos ritos de iniciación de larga tradición para los turistas estadounidenses: un camarero francés la insultó en el barco por pedir un bistec bien cocido. “Me miró ofendido”, relató y me dijo: “Usted nunca podría ser la esposa de un francés”. (sonido de bocinas). La primera parada fue Londres, donde Roland Hayes había arreglado maestros, alojamiento y gente para presentarle. Aunque la ciudad no estaba libre de racismo, no era tan amplio y raramente tan peligroso como en casa.
(Personas charlando)
Kira Thurman, historiadora: Podía alojarse en cualquier hotel o entrar a cualquier almacén sin tener que enfrentar hostigamiento. Y además de eso, encuentra una comunidad negra dinámica y activa.
(Caballos trotando)
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Londres tiene su propia historia imperial, pero eso también significa que tiene comunidades negras e ideas políticas prolíficas de crítica imperial y de solidaridad con las comunidades negras. Lo acepte o no, está expuesta a ese mundo y el velo se levanta y comienza a revelar lo que imagina que pueden hacer las personas negras. Existe una sensación alucinante de posibilidad.
(Campanazos)
Narración: Los enredos de la antigua vida de Anderson se desvanecen. Orpheus Fisher había comenzado a escribirle después de que su primer matrimonio se desmoronara. Pero por ahora, ella no le responde.
Narración: En Londres y luego en Berlín, Anderson se dedica de lleno a la educación que le habían negado en casa.
(Anderson cantando en alemán Der Tod und das Madchen)
(Continúa cantando)
Carol Oja, musicóloga: La forma en que usa su voz se volvió más sofisticada. Su capacidad para ocuparse de textos en otros idiomas, especialmente alemán, mejoró mucho. En general, maduró como artista. Su trabajo dio un paso adelante.
(Continúa cantando)
Lucy Caplan, historiadora cultural: Podía hacerlo todo: desde un rango vocal femenino muy bajo hasta las notas más altas. Pero donde su voz se sentía en casa era en este rango bajo y eso es lo que la hizo sobresalir.
(Termina la canción)
(Ruido de tren)
Narración: La nueva Marian Anderson comenzó a cantar con más frecuencia y los públicos le prestaron atención.
Leslie Ureña, conservadora adjunta, National Portrait Gallery: Fue a Finlandia y a Suecia y fue realmente sorprendente cómo se puso de moda. Tenía todos estos seguidores.
Narración: Anderson hizo una gira de 7 meses sin parar en Escandinavia, 116 conciertos. Los periódicos la llamaron: Fiebre de Marian.
Leslie Ureña, conservadora adjunta, National Portrait Gallery: Me encanta pensar que en los años treinta la gente contrae esta fiebre. Estaba en una ciudad diferente casi todos los días, incluso dando varios recitales al día.
Marian Anderson, dramatización: Sentía que algunas cosas en Inglaterra no eran tan diferentes a Estados Unidos. Pero en Escandinavia me sentía libre y como en casa.
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: Su tiempo en Europa le permitió vivir muchas experiencias, una de las cuales fue su juventud: gozar la libertad del momento y explorar ser ella misma.
Narración: En mayo de 1934, Anderson llegó a Paris, la capital del arte europeo y un lugar mucho más intimidante para una joven artista que Helsinki o Estocolmo. Al primer concierto de Anderson asistió poca gente, pero luego comenzó a correr la voz.
Narración: El segundo concierto casi se agota y el tercero fue todo un éxito. “Puedo decir con certeza”, escribió un crítico, “que Marian Anderson triunfó por pura habilidad artística”.
Narración: Confirmando su momento de ascenso, Anderson firmó en París con el agente de talentos más exitoso del mundo. Cuando se había dirigido a Sol Hurok años antes, él no estaba interesado. Ahora, esta joven estrella era una propuesta diferente.
Carol Oja, musicóloga: Sol Hurok era el empresario más destacado de su época. Y formaron una alianza con mucha confianza. La trataba con el tipo de dignidad y respeto que ella merecía.
(Ruido de un tren)
Narración: Anderson recorrió de nuevo Escandinavia; luego Varsovia, Viena, Praga, Leningrado y Moscú. Su carrera estaba en auge, estaba ganando dinero, era joven y hermosa.
Kira Thurman, historiadora: (riendo). Había muchos hombres detrás de ella. Y ella lo sabía. Definitivamente hubo un barón. Y quizás sea escandaloso, pero creo que ella lo tenía esperando. Él la seguía como cachorro enamorado. Hay todo tipo de historias de pretendientes en todos los lugares a donde fue. Hemos convertido a Marian Anderson en una santa porque se presentaba con mucha dignidad, pero era una mujer de carne y hueso.
(Anderson cantando Schumann, Helft Mir Ihr Schwestern)
Jillian Patricia Pirtle, directora ejecutiva, Museo Marian Anderson: Era una mujer alta. Tenía este hermoso cabello grueso y crespo que llevaba al estilo de los años veinte: corto y con rizos. Y mantuvo ese estilo, básicamente, toda su vida. (se ríe). Porque era sofisticado, elegante y modesto. Y no pasó un día, cuando finalmente pudo pagarlo, que no usara esmalte de uñas rojo.
Carol Oja, musicóloga: El reconocimiento que recibió en Europa hizo una enorme diferencia no solo en su carrera, pero en cómo se veía a sí misma. Ya no era una niña en apuros en Filadelfia, era una cantante de renombre.
(Anderson continúa cantando)
Carol Oja, musicóloga: Repentinamente era una diva.
(Termina la canción)
(Ruido de un tren)
Narración: En junio de 1934, mientras Anderson conquistaba París, 17 abogados alemanes se reunieron en Berlín para redactar las leyes del nuevo gobierno del país. (silbidos de vapor). Los nazis de Adolf Hitler habían tomado el poder prometiendo un nuevo orden racial. La conferencia comenzó con una extensa presentación sobre las leyes raciales en Estados Unidos, “el único país”, había dicho Hitler, “que avanzaba hacia su visión de una sociedad racista”. La implementación en EE. UU. de una ciudadanía de segunda para los de color, sus leyes de clasificación racial, matrimonios mixtos, segregación e inmigración, fueron estudiadas y debatidas por los hombres que redactaron las que vinieron a ser las Leyes Raciales de Nuremberg.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Europa pasó de ser un lugar de posibilidades, conmoción, liberación y libertad, a puertas que se cierran en los años treinta y a cosas que parecen primas de Jim Crow.
Kira Thurman, historiadora: Con el auge del partido nazi, del racismo y nacionalismo de la extrema derecha, ser una persona de color en Europa se estaba volviendo cada vez más difícil. El problema no es solo el antisemitismo, el cual, por supuesto que es un problema real. También hay el problema del racismo contra los negros. Ser una mujer negra caminando por la calle significa estar en peligro todo el tiempo.
Narración: En 1935, a Anderson la habían prohibido en Alemania por no ser suficientemente aria y la excluyeron del prestigioso Festival de Música de Salzburgo en Austria. Un amigo desafió a las autoridades al arreglar para que cantara en el salón de un hotel en Salzburgo. Anderson insistió en seguir adelante a pesar de que matones nazis habían echado de la ciudad al último cantante negro que se había presentado.
(Suena la bocina de un auto)
Lucy Caplan, historiadora cultural: Marian Anderson nunca iba a poder entrar a un lugar sin
haber tenido que luchar por estar ahí. Pero la capacidad de ser fiel a sí misma, de dejar que sus acciones y habilidad artística hablaran por sí mismas, es lo que más admiro en ella.
Kira Thurman, historiadora: Marian Anderson está dispuesta a estar presente y debe estar presente para mostrar que no va a aceptar los términos de la desigualdad social y artística. Creo que eso dice mucho sobre quién era ella, su insistencia en mostrar dignidad en medio de la opresión racial y de la violencia.
Narración: La noticia de su concierto se divulgó por Salzburgo. Músicos antifascistas se aseguraron de asistir.
Kira Thurman, historiadora: Fue un gesto político, un palmo de narices al Festival de Salzburgo. Está en frente a la élite musical: Bruno Walter, Arturo Toscanini, Lotte Lehmann, todas estas superestrellas están sentadas en la primera fila de su concierto. Era de locos.
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: Toscanini era la estrella de los directores de orquesta, una de las figuras más destacadas de la ópera.
Narración: Toscanini tenía una personalidad cautivadora dentro y fuera del escenario. Criticaba abiertamente a Mussolini; se negó a tocar el himno fascista, incluso después de que los partidarios del dictador le dieran una paliza en la calle. Y ahora esperaba para escuchar a Marian Anderson. “Estaba bastante alterada cuando subí al escenario”, recordaba Anderson. “Sabía que esta era la mayor ofrenda que uno esperaría dar”.
Marian Anderson cantando:
♪ Crucificaron
Mi Señor
Y él nunca... ♪
Narración: “Casi nadie en el público hablaba suficiente inglés como para seguir lo que decía”, escribió un espectador. (Anderson cantando). “Aun así, la inmensa melancolía fue suficiente. Lo que hizo Anderson fue más allá de los límites de la música”.
(Anderson cantando, sosteniendo la nota)
(Aplauso)
Narración: Después del concierto, Anderson se puso nerviosa al ver a Toscanini abrirse paso por entre la multitud. “Lo que escuché hoy”, le dijo, “uno tiene el privilegio de escuchar una vez en cien años”. En manos de Sol Hurok, se volvió el slogan de Anderson: a partir de ese día sería conocida como la Voz del Siglo.
(Suena la bocina de un barco)
Narración: A finales de 1935, Anderson abordó el Ile de France de regreso a casa. (olas rompiendo). Su nuevo mánager, Sol Hurok, la había convencido de iniciar su gira de regreso a casa en el Ayuntamiento de Nueva York, donde su carrera casi había terminado hacía 12 años.
Narración: “Permítanme decir de entrada”, proclamó el New York Times, “que Marian Anderson ha vuelto a su tierra natal como uno de los cantantes más grandes de nuestra era”. “En los últimos cuatro años, Europa ha aplaudido a esta chica alta y hermosa, es hora de que su propio país la honre”. Incluso la cantante, notoriamente autocrítica, se permitió un pequeño elogio: “Hubo algunas canciones”, admitió, “que sentí que no estaban nada mal”. De Nueva York a un emotivo concierto en Filadelfia y de regreso a Nueva York a un show en Carnegie Hall, Anderson fue todo un éxito.
Kira Thurman, historiadora: Debe haber sido surreal. Había trabajado muy duro durante tanto tiempo para establecerse como una artista seria y luego ver que su carrera se dispara y se vuelve aún más grande de lo que había imaginado.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Debió ser un vendaval, lanzada a esta vida que era tan diferente de la que había tenido antes de irse. No eran los mismos retos de antes: tener que quedarse con alguien de la iglesia y pagar por sus propios viajes. Esta era una situación de élite, con comodidades.
Angela Brown, cantante de ópera: Volver a casa y ver tu cara en el New York Times y que todo el mundo sepa tu nombre cuando tú entras; me imagino que fue un momento excitante.
Narración: A los 39 años, Anderson era más famosa que nunca, gracias en parte a Toscanini, por llamarla la Voz del Siglo. También era rica. En 1938 Anderson ganó USD $ 238 000 cuando el estadounidense promedio ganaba $ 7 000. Pero a pesar de eso, seguía siendo una ciudadana de segunda clase en su país.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Siempre es bueno tener dinero, ¿verdad? Pero ella sigue siendo una mujer negra. Así que sigue siendo vulnerable a la mezquindad, a los dictados sobre dónde puede cantar y dónde no.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Hurok haría todos estos arreglos para estar menos sujeta a las humillaciones durante los viajes en época de Jim Crow en Estados Unidos. No siempre funcionaba. A menudo comía en la habitación del hotel para no tener que navegar el mundo de los restaurantes segregados.
Narración: Dondequiera que viajaba en Estados Unidos, el color de su piel determinaba la forma en que comía, dormía, socializaba y trabajaba. En el Sur, excepto en algunas ciudades grandes, estaba limitada al antiguo circuito de universidades e iglesias negras. En otros lugares, la práctica de la segregación era abrumadoramente compleja.
Carol Oja, musicóloga: La segregación variaba de una ciudad a otra, de un estado a otro, de una década a otra. Había infinitas versiones. Un artista que cruzaba un límite estatal podía pasar de un mundo a otro.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Muchas salas de conciertos estaban segregadas, no solo en el Sur, y no de la misma manera. Había dos sistemas, conocidos como segregación horizontal y vertical; es decir, si el salón estaba dividido por la mitad… u horizontal, la sección de orquesta y la sección del balcón.
Narración: De una u otra forma, cada vez que Anderson subía al escenario, miraba a un público clasificado de alguna manera por su raza.
Kira Thurman, historiadora: Marian Anderson no era alguien que se sintiera cómoda hablando de los profundos problemas del racismo institucional en Estados Unidos. Su activismo se centró en su maestría musical, en su insistencia en ser entendida y tratada como una artista en un momento en Estados Unidos y en todo el mundo en que hay un fuerte rechazo a la creatividad, la genialidad y la excelencia negras.
Narración: Anderson, casi siempre, se mantenía en guardia, pero se conmovió hasta las lágrimas en el escenario cuando cantaba un espiritual.
Marian Anderson cantando:
♪ Nunca he estado en el cielo,
pero me han dicho ♪
♪ Trato de hacer del cielo
mi hogar, aleluya ♪
Marian Anderson, dramatización: La canción es I'm Trampin'.
Marian Anderson continúa cantando:
♪ Vagando
Trato de hacer del cielo
mi hogar ♪
Marian Anderson, dramatización: En esa ocasión, había muchas cosas acumuladas, algunas agradables, algunas no tan agradables. Y vi un ejército de personas con las cabezas inclinadas, cuyo único consuelo… la única forma de ser libres era marchar por este camino.
Carol Oja, musicóloga: En abril de 1939, alguien en Houston le escribe al editor del New York Times. Según él, cuando Anderson subió al escenario, miró cortés y rápidamente al lado blanco.
Narración: “La señorita Anderson luego se volvió deliberadamente hacia los de su propia raza”, continuó el autor, “e hizo una reverencia muy baja y prolongada”. “Es el gesto más hermoso y majestuoso que he visto”.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Ofrecerle a ese público blanco la mínima deferencia, en comparación con ofrecerle al público negro una reverencia dice: “Te veo y estoy contigo”; eso dice mucho. Le permite a la gente ver una forma de manipular la segregación con dignidad, pero también una forma de comenzar a recortar sus bordes para que al final de la noche ya no esté intacta, como estaba al principio. Y creo que es estratégico, ingenioso y admirable.
Narración: En enero de 1939, mientras Anderson estaba de gira, una serie de eventos comenzaron a desarrollarse en Washington que la pondrían en el medio de la lucha por los derechos civiles y que cambiarían su vida para siempre.
Narración: Antes de la gira, Anderson había accedido a cantar a beneficio de Howard University, un bastión de la cultura y del activismo negro, el 9 de abril, domingo de Pascua.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Anderson daba muchos conciertos en instituciones negras como una forma de mantener esa conexión con los públicos negros. Había recibido tanto apoyo de iglesias y organizaciones negras. Ahora estaba devolviendo el favor.
Narración: El problema que tenían los administradores de Howard era encontrar un teatro que acomodara el tipo de público que Anderson seguramente atraería.
Carol Oja, musicóloga: Esto es antes de que existiera el Centro Kennedy. Los grandes recintos destinados a ser salas de conciertos para la gente, todavía no existían. De modo que, en Washington D.C., para cualquier artista importante, una orquesta sinfónica, una compañía de ópera, algo por el estilo, solo estaba el Salón de la Constitución.
Narración: El Salón de la Constitución fue construido a finales de los años 20 por las Hijas de la Revolución Americana o DAR, para acoger sus convenciones anuales. Cuando la DAR no usaba la sala de 3 700 asientos, se la alquilaban a artistas que consideraban educados, cultos y blancos.
Lucy Caplan, historiadora cultural: La segregación en los teatros de Washington era generalizada, pero no consistente. Había muchos teatros que permitían artistas negros, pero no públicos negros. Y había algunos, como el Salón de la Constitución, que solo permitían artistas blancos.
Narración: Howard University decidió poner a prueba la regla de solo-blancos de la DAR esperando que hicieran una excepción para la cantante mejor pagada del mundo, la Voz del Siglo. El rechazo fue tanto esperado como deplorable. Incluso para los estándares de Jim Crow, el insulto a Anderson saltó a la vista. El jefe de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, Walter White, no pudo dejarlo pasar.
Narración: White había crecido en Atlanta bajo la ley y las costumbres negras, a pesar de su cabello rubio y de sus ojos azules. Pero para White, todas las dudas sobre su identidad desaparecieron cuando tenía diez años, durante la Masacre de Atlanta de 1906.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: En su autobiografía, escribe sobre la multitud violenta entrando a su barrio, entrando a la casa de su familia. Eso, para él, fue un momento formativo. Walter White podría haber escapado de las tribulaciones y los problemas de los afroamericanos si hubiera decidido hacerlo, pero no lo hizo. Ese compromiso con la lucha por la libertad de los negros y con la negritud misma es significativo.
Narración: En 1918, cuando White tenía 24 años, consiguió trabajo en Nueva York con la NAACP. Un pequeño grupo interracial de reformadores había creado la organización hacía nueve años para promover la igualdad social y política. Pero había solo seis miembros del personal en la oficina principal librando una lucha dispareja contra la supremacía blanca. White jugó un papel único, arriesgando su vida para sacar a la luz la inmoralidad en el centro del orden racial de Estados Unidos.
Allida Black, historiadora: Investigaba linchamientos haciéndose pasar por blanco. Y se quedaba hasta que lo echaban. Y luego corría a Washington o Nueva York con informes de los testigos para poder documentar este tema tan violento e impactante.
Narración: White escribió una crónica sobre el Verano Rojo de 1919. Había ido a Chicago a reportar los disturbios que envolvieron al concierto de Marian Anderson. Durante el Renacimiento de Harlem de los años veinte, White estuvo en el centro de la campaña de la NAACP para promover artistas negros. Estaba en el Ayuntamiento ese día primaveral en 1925 viendo a Marian Anderson padecer el doloroso revés. Ayudó a convencerla de volver al escenario invitándola a cantar en una reunión de la NAACP. A medida que pasaron los años, White asumió el liderazgo de la organización y continuó siguiendo la carrera de Anderson, como dijo él: “con más interés de lo normal”. Cuando Howard University llamó para hablar del concierto del invierno de 1939, él fue todo oídos.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Marian Anderson le habría interesado a Walter White porque su música era arte de alta calidad, no popular. No era considerada música negra, no era jazz. No era blues. Hablaba a través de las líneas raciales de una manera que encajaba con la visión y la misión de la NAACP.
Narración: Aunque Anderson encarnaba los ideales de la NAACP, su caso no estaba hecho a la medida de la organización. Buscar una pelea pública con un grupo privado y con buenos contactos, no era su línea de trabajo. Pero el panorama de los derechos civiles estaba cambiando de forma por los acontecimientos en el extranjero.
Titular del periódico Amsterdam News: Alemanes adoptan Jim Crow estadounidense.
Titular de un periódico: Periódico nazi cita a Estados Unidos como ejemplo de cómo lidiar con los judíos.
Kira Thurman, historiadora: En 1939, los afroamericanos estaban estableciendo paralelos entre lo que llamaban las leyes alemanas nazis de Jim Crow y las leyes de Jim Crow en Estados Unidos.
Titular de un periódico: Jim Crow en D.C. como el de Alemania, dice informe.
Reportero de noticias: Nueva York. Un desfile de 100 000 en protesta contra el trato de Hitler a los judíos en Alemania.
Sharon Vriend Robinette, historiadora: Muchos estadounidenses de origen europeo querían distanciarse del nazismo que estaba en auge en Alemania y en otras partes de Europa. Y por supuesto que es complicado, porque las estructuras racistas en Estados Unidos no eran distintas a las de la Alemania nazi en 1939.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Piensa en la simbología por ser el Salón de la Constitución y las Hijas de la Revolución Americana. Puedes recurrir a la retórica para señalar la hipocresía de Estados Unidos y recordarles a los ciudadanos blancos los ideales manifiestos. Marian Anderson es este hermoso símbolo de lo que Estados Unidos podría ser en un momento dado cuando las políticas del antifascismo están jugando con las políticas del antirracismo.
Narración: La NAACP tomó el caso. White empezó a hacer llamadas. Da una idea de quiénes eran sus contactos cuando una de las primeras llamadas es a la Casa Blanca, al miembro más ilustre y reacio de la DAR.
Allida Black, historiadora: A finales de los años treinta, Eleanor Roosevelt tenía una estrecha amistad con Walter White. Tan estrecha que se llamaban el uno al otro Walter y Eleanor; algo raro para ambos. Walter White sabe que los lazos de Eleanor con la DAR son débiles, en el mejor de los casos. Eleanor ni siquiera llenó su solicitud a la DAR, simplemente la firmó. Walter White le dice: “¿Renunciarías?”. “¿Renunciarías?”
Narración: Roosevelt rechazó la sugerencia de White, pero le prestó su nombre a la causa, lanzando la campaña de presión a la DAR. El secretario del interior, Harold Ickes, apeló directamente a la DAR, al igual que Sol Hurok. Algunos de los músicos más famosos del mundo, a instancias de White, comenzaron a criticar a la DAR y la controversia apareció en la prensa. “El Salón de la Constitución se encuentra casi que a la sombra del Monumento a Lincoln”, escribió el Washington Times-Herald, “pero los sentimientos del Gran Emancipador, no los comparten las Hijas de la Revolución. El prejuicio gobierna para acompañar a Hitler”. Aun así, no hubo respuesta de la Hijas de la Revolución.
(Banda de música)
(Aplauso)
Narración: Las Hijas de la Revolución Americana tenían razones para sentirse invulnerables. Una regla de solo-blancos no era inusual en Washington.
Narración: Los teatros no eran los únicos espacios segregados, también lo eran las escuelas, hoteles, cines, restaurantes y el propio gobierno federal. La segregación era generalizada en la capital de la nación. Las protestas eran raras y generalmente inútiles. Además, siendo una organización privada, la DAR tenía derecho legal a administrar el Salón de la Constitución como le pareciera. Incluso con Walter White preparando un ataque contra la DAR, el concierto de Marian Anderson no le preocupaba a su nueva presidenta: Sarah Robert.
Denise Vanburen, presidenta, Hijas de la Revolución Americana (DAR): Sarah Robert sería presidenta de nuestro quincuagésimo aniversario. Ella gestionaría tres años de una gran celebración para marcar los 50 años de servicio de la DAR a EE. UU. No creo que ella pudiera haber visto lo que estaba a punto de suceder.
Narración: Cuando la junta de la DAR se reunió el primero de febrero, la situación se estaba intensificando. “Creo que pediremos que cierren las puertas”, les dijo Robert a las 40 mujeres presentes. “La pregunta que vamos a abordar es muy seria”. Robert no expresó su opinión en el asunto, pero sí lo hizo Fred Hand, el mánager del Salón de la Constitución y dejó constancia escrita. “La organización está tratando de arruinar el estilo de vida estadounidense”, dijo de la NAACP. “La Sociedad Nacional no debe ser débil ni dejarse intimidar”. El asunto se decidió por voto secreto: 39 de las 41 mujeres votaron a favor de mantener la regla de solo-blancos.
(Bocinas de auto)
(Conversaciones)
Narración: Dos semanas después del voto, la DAR emitió un comunicado de prensa insinuando que simplemente obedecían la ley municipal.
Denise Vanburen, presidenta, Hijas de la Revolución Americana (DAR): Incluso dentro de la DAR a menudo hay confusión e información errónea. No era la ley del Distrito de Columbia ni de Estados Unidos. Es una decepción para nosotros, pero era su reglamento. Fue la decisión de las Hijas de la Revolución Americana.
Allida Black, historiadora: Si hay un caso práctico sobre cómo no manejar una controversia, es la forma en que la DAR manejó a Marian Anderson en 1939.
Narración: A finales de febrero, la campaña de la NAACP se tambaleaba. La DAR no solo no había cambiado de opinión, sino que se sintió justificada cuando la Junta de Educación prohibió que Anderson cantara en el auditorio de una escuela secundaria para solo-blancos. Ante todo, la NAACP no había podido generar interés fuera de Washington D.C. Pero el 27 de febrero, casi dos meses después de que la controversia comenzara, la situación cambió por completo. La primera dama, Eleanor Roosevelt, miembro honorario de la DAR, anunció en su columna en un periódico nacional, que había renunciado a la organización en protesta.
Allida Black, historiadora: La columna hace que el concierto de Marian Anderson sea nacional. Eleanor Roosevelt convirtió la discriminación que Marian Anderson tuvo en la DAR en una conversación pública sobre el talento, la raza y la justicia.
Narración: Marian Anderson se enteró de lo que había hecho Roosevelt cuando vio un titular camino a un ensayo en San Francisco. Nadie se había molestado en alertarla a la controversia de los últimos dos meses. “Yo no hice parte de lo que estaban haciendo”, ella dijo. De repente, los reporteros querían respuestas. “Estoy sorprendida de que me prohíban cantar en la capital de mi país”, dijo Anderson, leyendo un texto que Hurok había escrito, “después de haber cantado en casi todas las otras capitales del mundo”. “Para obtener detalles del caso, consulten con mi mánager en Nueva York”.
Titular de un periódico: Crítica a la DAR se materializa.
Narración: A raíz de la renuncia de Roosevelt, atacaron fulminantemente a la DAR. Algunos sintieron que, si bien la crítica era justa, no estaban incluyendo al resto de la sociedad blanca. “Si la Sra. Roosevelt fuera detrás de todos los casos como este en Washington D.C.”, escribió la escritora-activista Zora Neale Hurston, “estaría gritando día y noche”. Los restaurantes, los teatros, todo en Washington practica Jim Crow. “Yo no recuerdo que la Sra. Roosevelt hiciera una fuerte campaña contra esos lugares, como lo hizo contra la DAR”.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Creo que Eleanor Roosevelt hizo algo bueno. Pero al caerle a la DAR, Hurston se apresuró a mostrar la hipocresía de hacer responsable a una persona y absolver a las demás.
Narración: La historia de Marian Anderson y de la D.A.R. apareció en los periódicos semana tras semana. La NAACP ya había tenido una gran victoria, aun así, Anderson no tenía dónde cantar. A principios de marzo, Walter White tuvo un momento de inspiración que estaba por encima de todo el debate: un concierto gratuito en el Monumento a Lincoln. Habían pasado 17 años desde que se inauguró en una ceremonia segregada y con un homenaje a la supremacía blanca. Ahora, Marian Anderson lo volvería a dedicar como un monumento a la libertad y la justicia, a los ángeles más benévolos.
El 13 de marzo, la junta de la NAACP ratificó la propuesta. Pero nadie sabía cómo obtener permiso del gobierno federal para un evento así, nadie lo había intentado. Una vez más, White recurrió a sus contactos: Harold Ickes, un aliado y ahora secretario del interior de FDR, llevó el asunto directamente a la Casa Blanca. “Puede cantar desde lo alto del Monumento a Washington si quiere”, respondió el presidente Roosevelt. Hurok le informó al New York Times el 21 de marzo. A los tres días, Walter White finalmente le contó a Marian Anderson. Le dieron la opción de dar marcha atrás, pero era demasiado tarde. “Independientemente de mis sentimientos en el asunto, no habría sido correcto huir de eso”.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: No es tonta, ¿verdad? Entiende lo útil que es para la NAACP y quizás para los afroamericanos en general. Pero eso no significa necesariamente que le esté ayudando mucho a ella, ¿verdad? En cierta forma, no es su historia. Cualquiera puede sentir ambivalencia de no ser el protagonista de su propia vida.
Narración: Nadie sabía qué esperar: nunca había habido una ocasión así. Pero ahora, era emocionante estar ahí, ver por primera vez el Monumento a Lincoln, unirse a la multitud y verla crecer; sentir que la unión hace la fuerza. En un momento dado, ese domingo de Pascua se convirtió en una de las congregaciones más grandes en la capital, eclipsando la marca establecida 15 años antes por una manifestación del Ku Klux Klan.
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: Howard University hizo un excelente trabajo haciendo correr la voz. La NAACP, los trabajadores mineros, Pullman Porters y otras organizaciones difundieron el mensaje de formas muy tradicionales.
Sharon Vriend Robinette, historiadora: Había una gran protesta en la prensa enmarcada en decir: “Vengan y protesten esta discriminación porque EE. UU. no debería estar asociado con el nazismo”.
Allida Black, historiadora: El concierto sigue en los titulares de los periódicos durante seis semanas. Y la cobertura es positiva. La mayoría de los periódicos en el Sur publicaron editoriales de apoyo. Eso es impresionante.
(Multitud conversando)
Narración: Anderson había venido para la prueba de sonido, había probado los micrófonos en una Explanada vacía. Pero cuando llegó al concierto, quedó sin aliento al ver a la multitud.
Marian Anderson, dramatización: Tuve una sensación que nunca había tenido. No había nada que decir. Y recuerdo que había policías que vinieron al auto y me escoltaron. Entramos a un pequeño cuarto en la parte de atrás.
Allida Black, historiadora: Había cantado para tres, cuatro, tal vez cinco mil personas. Aquí había 75 000 personas. Y llevaban horas parados afuera.
Narración: Anderson estaría en el escenario rodeada de 200 figuras públicas que se habían apuntado como patrocinadores del evento, desde el juez de la Corte Suprema, Hugo Black, a la estrella de cine, Tallulah Bankhead.
(Aplauso)
Marian Anderson, dramatización: Luego vino la señal de que íbamos a salir. Mi corazón latía tan fuerte que no podía oír nada.
(Gritos y aplausos)
Angela Brown, cantante de ópera: Baja las escaleras, levanta la cabeza y comienza a ver ese mar de gente. (gritos y aplausos). La diversidad de esa multitud era asombrosa.
Lucy Caplan, historiadora cultural: Se ve majestuosa, pero pequeña frente al vasto fondo blanco de este espacio hipersimbólico. La anticipación debe haber sido más allá de cualquier cosa que podamos imaginar.
Locutor de radio, material de archivo: Buenas tardes, damas y caballeros. Estamos en los escalones del Monumento a Lincoln en la capital de la nación y desde aquí la Empresa Nacional de Radiodifusión les trae un recital de canciones interpretadas por la talentosa Marian Anderson, considerada por críticos de todo el mundo…
Allida Black, historiadora: El temor de: “Ay, Dios Mío, mira a esta gente”. Y esta esperanza irracional puesta en ella. Y se puede ver, en las películas, cuando ella cierra los ojos y respira… profundamente…
Marian Anderson cantando:
♪ Mi patria es tuya
Dulce tierra de la libertad,
a ti te canto
Tierra donde
murieron mis padres ♪
♪ Tierra del orgullo
peregrino ♪
♪ Desde las laderas
de la montaña
Que suene la libertad ♪
Narración: “En el momento en que la señorita Anderson empezó a cantar”, relató un periodista, “descendió sobre la multitud un silencio reverente”.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: ¿Te puedes imaginar estar entre 75 000 personas en el Monumento a Lincoln en 1939, viendo a una mujer negra cantar? Es impresionante, ¿verdad? No importa quién eras, ese momento debe haber sido increíble.
Marian Anderson cantando:
♪ Vagando
Trato de hacer del cielo
mi hogar ♪
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: Cantó sobre su ciudadanía como estadounidense. Y cantó sobre su ciudadanía como mujer negra.
Marian Anderson cantando: ♪ Aleluya, estoy vagando ♪
Alisha Lola Jones, etnomusicóloga: El cantar las canciones del espiritual negro. Si ese no es el mensaje del domingo de Pascua, ¿cuál es? ¡Ella se alzó!
Marian Anderson cantando:
♪ Trato de hacer del cielo
mi hogar ♪
Narración: Cuando terminó, al borde de las lágrimas, Anderson le habló a la multitud por primera y única vez. “Queridos amigos”, dijo, “estoy tan abrumada que no me puedo expresar. Espero que puedan ver lo agradecida que estoy por las cosas maravillosas que han hecho por mí. Traten de imaginarse todas las cosas que no puedo decir”.
Artículo por Robert J. Harlan III, Washington D.C.: No hay mayor triunfo.
Titular de un periódico: El Himno Nacional parece sincero para multitud en Pascua.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Dentro de unos días, habrá otro linchamiento o algo nuevo. Pero creo que es cierto que el concierto de Marian Anderson deja claro el potencial de utilizar la publicidad para señalar la hipocresía estadounidense, para avergonzar a los estadounidenses blancos para que vivan a la altura de sus ideales manifiestos. O sea, no es la única estrategia, pero en conjunto con otras, es efectiva. Es una inspiración para que otras generaciones de activistas afroamericanos por los derechos civiles se imaginen cómo usar estas estrategias de nuevo en el futuro.
Allida Black, historiadora: Esto le dijo a la NAACP que puede tener poder fuera de los tribunales, que puede tener poder más allá de la presión en los corredores del Congreso que, si forma las alianzas correctas y usa a los medios de nuevas formas, puede empezar a tener una audiencia nueva y más amplia. Marian Anderson ayuda a preparar el escenario para una nueva conversación sobre la libertad.
Titular de un periódico: Marian Anderson canta y los políticos lloran.
Titular de un periódico: “Líneas del color” se desmoronan cuando las ondas de radio llevan la voz a millones de hogares.
Narración: En los años cincuenta, las carencias de su juventud eran un recuerdo lejano. Estaba felizmente casada con el pretendiente de toda su vida, Orpheus Fisher. Pasaban los días en su hacienda en Connecticut o recibiendo a familiares y amigos. Anderson era fanática de los Dodgers de Jackie Robinson. Cuando jugaban, ella estaba sola, ella cuenta, “gritándole a la televisión como una loca”. La vida era más fácil, pero no siempre simple. Nunca habló del concierto en el Monumento a Lincoln con nadie afuera de su círculo íntimo.
Leslie Ureña, conservadora adjunta, National Portrait Gallery: Ella elude el tema o encuentra otras formas de no comentar sobre la controversia misma. Es increíble que haya podido evadirlo.
Allida Black, historiadora: La responsabilidad que esto le impuso debe haber tenido tanto un componente alegre como uno que le debió costar muchísimo. Este no es un concierto del que puedas escapar jamás.
Lucy Caplan, historiadora cultural: La convierte en una celebridad en Estados Unidos de una forma que el éxito de las giras y los conciertos nunca podría haber hecho. Pero también le agrega un significado político a todo lo que ella hace.
(Quiebra una botella)
(Multitud celebra)
Marian Anderson, dramatización: Dicen: “Esta es la señora de la que te hablaba”. “Ella es Marian Anderson”. “Ahora dale la mano y podrás decir que le diste la mano a Marian Anderson”.
Narración: Aunque los estadounidenses mayores todavía admiraban a Anderson, una nueva generación le daba energía al movimiento por los derechos civiles, jóvenes a quienes el Verano Rojo no había marcado, que estaban frustrados por el ritmo del cambio y escépticos de sus mayores. Algunos encontraron que su reticencia ya no era aceptable; su riqueza y comodidad generaban resentimiento en lugar de admiración. En 1951, como parte de una campaña de la NAACP para terminar la segregación en los teatros, les solicitaron a Anderson y a otros artistas negros que no se presentaran en teatros segregados. Anderson se negó.
“La política de la señorita Anderson en los últimos años”, explicaron Hurok y Anderson, “ha resultado en una gran mejora en las relaciones entre negros y blancos en los estados del Sur y ha acercado el problema de la segregación a una solución real, con más éxito del que hubiera tenido si hubiera seguido tácticas militantes”.
Sharon Vriend Robinette, historiadora: Nació en 1897 y creció en una época en que se esperaba que una mujer negra, particularmente si era de clase media, se comportara con dignidad y compostura, con una personalidad ecuánime. Y si uno hablaba con franqueza, corría ciertos riesgos con la violencia y con las limitadas oportunidades.
Narración: Para Anderson, la amenaza se había hecho real cuando en 1942, Roland Hayes, su mentor de toda la vida y una de las personas negras más famosas en EE. UU., había recibido una paliza de la policía cuando su esposa y su hija se sentaron, accidentalmente, en la sección blanca de un almacén de zapatos en Georgia.
Pero para la NAACP, la lucha contra el entretenimiento segregado era crucial. A pesar de los peligros, se esperaba que las celebridades hicieran su parte. “La gente del Sur está orgullosa de Marian Anderson”, un secretario de campo le escribió a Walter White, “pero ella no debería rendirse a la segregación, a menos de que quiera destruir el amor que estos jóvenes le tienen”. En enero de 1951, la NAACP boicoteó el concierto de Anderson en Richmond, Virginia. Solo entonces aceptó unirse a la campaña.
Carol Oja, musicóloga: Es una experiencia dolorosa. Las cosas estaban cambiando rápidamente y mantenerse a la vanguardia debe haber sido complicado. Solo encontrar formas de seguir dando conciertos y de apegarse a sus principios.
Adriane Lentz-Smith, historiadora: Siempre hay esta pregunta con personas que son extraordinarias y en cierta forma, reclutadas por estas grandes luchas por la libertad, de si es suficiente con que su talento haga el trabajo.
(Bocina de un auto)
Narración: Algunos pensaron que su reticencia era una decepción, pero para otros, era el agente ideal para un cambio. En 1955, Anderson tenía 58 años, ya no estaba en su mejor momento en términos vocales y nunca había participado en una ópera. Pero después de 16 años de la controversia de la DAR, la administración de la Ópera Metropolitana de Nueva York decidió que era hora de romper la barrera del color y buscaban al candidato más respetado y menos controvertido.
Carol Oja, musicóloga: El debut de Marian Anderson en la Ópera Metropolitana en enero de 1955 fue algo muy importante. La Ópera Metropolitana tenía 75 años. Ningún cantante de color había aparecido en su escenario anteriormente, a pesar de toda la presión y de los intentos por cambiar la regla de solo-blancos. Mucho empezó a cambiar a partir de ese momento.
Narración: Aunque Anderson continuaría cantando durante otra década, su debut en el Met fue la piedra angular de su carrera. Las estrellas jóvenes tenían los papeles protagónicos. También en el movimiento por los derechos civiles, la antorcha pasaba a una nueva generación. El año que empezó con el debut de Anderson en el Met, terminó con la aparición del reverendo Martin Luther King Jr. de 26 años en el panorama nacional.
Martin Luther King Jr. dando un discurso, material de archivo: “Nosotros, los ciudadanos negros de Montgomery, Alabama estamos en una protesta masiva; y continuaremos”.
(Gritos y aplausos)
Narración: King había escuchado el concierto de Anderson en la radio cuando tenía 10 años. Lo había conmemorado en un ensayo en la secundaria. Ahora, aunque King usaba tácticas que Anderson había descrito como militantes, él la veneraba. Así que, en agosto de 1963, cuando los aliados de King planeaban una marcha en Washington, llamaron a Anderson. “Todo el comité”, escribió Roy Wilkins de la NAACP, “decidió por unanimidad extenderle una invitación para cantar en esta histórica ocasión”.
Allida Black, historiadora: No es casualidad que Martin Luther King elija el lugar exacto que usó Marian Anderson para dar su discurso: “Yo tengo un sueño”. Esas dos personas plantando sus pies en el mismo cuadrado de los escalones del Monumento a Lincoln lo convierten en el santuario de la justicia racial para siempre.
Jillian Patricia Pirtle, directora ejecutiva, Museo Marian Anderson: Marian Anderson fue esa figura icónica que podías ver y decir que gracias a lo que ella logró, otros podrían soñar con alcanzar su propia grandeza.
Kira Thurman, historiadora: ¿Cómo podemos abrir espacio para las diferentes formas de activismo, las diferentes formas de defensa y acción, especialmente para las mujeres negras? Este tipo de momentos y de manifestaciones nos brindan hoy una historia de la que podemos estar orgullosos. Podemos seguir sus pasos y seguir su camino para abrir nuevos caminos. La lucha no terminó en 1939. No ha terminado hoy, pero seguimos luchando.
Allida Black, historiadora: Marian Anderson entendió el poder de su presencia. Entendió en una forma muy personal la historia y el simbolismo que ella misma carga. Lo que Marian Anderson va a decir es: “mi voz es tan digna, si no mejor, que cualquier otra en este campo, y deben escucharme”.